El caracol gigante africano (Liissachatina fulica) es igual de nocivo que voluminoso, tanto por su efecto devastador sobre la agricultura como por su gran voracidad. Además, es portador de patógenos que afectan a los cultivos y transmisor de parásitos muy peligrosos, entre ellos un gusano nematodo que puede causar meningitis. Su detección en Tenerife despertó recientemente las alarmas de la Red de Detección de Especies Exóticas e Invasoras del archipiélago, que informó del hallazgo en las redes sociales recientemente. 

Uno de los caracoles más grandes del mundo

Este gasterópodo hace honor a su nombre común, pues se trata de una de las especies más grandes del mundo. Suele medir unos 10 centímetros, mucho más que sus congéneres, aunque si se dan las condiciones adecuadas pueden alcanzar los 20 centímetros de longitud y 12 de diámetro.

Además de ser fácilmente distinguible por su tamaño, también es identificable  por la forma de su caparazón: a diferencia de la mayoría de los caracoles, tiene una forma cónica con una superficie que muestra estrías de crecimiento. La coloración es variable en función de su dieta, aunque por lo general es de color marrón con bandas amarillentas. Según explica a National Geographic Manuel Arechavaleta, técnico del Servicio de Biodiversidad de la Dirección General de Espacios Naturales y Biodiversidad del Gobierno de Canarias, se diferencia de otros caracoles gigantes por el color blanquecino de las primeras vueltas de la concha sí como su ápice redondeado (en vez de puntiagudo), y, sobre todo, por tener la columela (el eje de la concha), truncada. 

Caracol gigante africano
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Como puede apreciarse en la imagen, el caracol gigante africano es significativamente más grande que sus congéneres. 

Una especie introducida por el ser humano

La especie es originaria de África oriental, principalmente Kenia y Tanzania, aunque actualmente ha sido introducida en buena parte de las zonas tropicales y subtropicales, desde el sur de EE.UU. hasta gran parte de América del Sur, además de islas del Pacífico y el Sudeste Asiático. Se localizó por primera vez fuera del continente africano en la India en 1847, y desde entonces su presencia ha ido creciendo en distintas regiones del planeta, especialmente en países tropicales, impulsado por el comercio de alimentos y mascotas.

Sin embargo, a veces su introducción es accidental, y llega en buques de mercancías que transportan involuntariamente huevos de esta especie. Su dispersión es especialmente rápida una vez alcanza un nuevo destino, pues se estima que puede llegar a desplazarse unos 50 metros en tan solo una noche, especialmente si encuentra condiciones favorables. 

Detectado por primera vez en Canarias
Manuel Arechavaleta

Ejemplar fotografiado en Tenerife da fe de la detección por primera vez de esta especie invasora en Canarias.

 

Una amenaza sanitaria y medioambiental

La principal amenaza de esta especie es su capacidad para arrasar con todo lo que encuentra a su paso. Su alta capacidad reproductiva (es hermafrodita, se reproduce cada 15 días de media y puede llegar a producir hasta 500 huevos de una vez) así como su alta voracidad lo convierten en una plaga agrícola muy difícil de combatir. Incluso, apunta Arechavaleta, provoca serios desequilibrios en ciertos ecosistemas, ya que se alimenta no solo de plantas, sino también de otros animales. Pero el principal riesgo lo tiene en su interior.

PORTADOR DE PARÁSITOS NOCIVOS

La especie puede transmitir diversos patógenos a aquellas plantas de las que se alimenta, así como a otros animales, incluidos los humanos, entre ellos varios tipos de parásitos, incluidos Aelurostrongylusabstrusus, Angiostrongylu costaricensis, Schistosoma mansoni, Hymenolepis spp., muchos de los cuales pueden ocasionar enfermedades graves en los humanos. El más preocupante, un nematodo llamado Angiostrongylus cantonensis, un parásito que afecta a las ratas pero que tiene al caracol como hospedador intermedio. 

 

Las infecciones en humanos son efectos colaterales del destino final de este parásito. El contacto con animales infectados, como puede ser este caracol, desvía momentáneamente al parásito de su hospedador final. En la naturaleza existen numerosos parásitos intermedios que infectan varios hospedadores en su largo camino hacia su objetivo. Por ejemplo, el toxoplasma, un protozoo que miles de millones de humanos albergan en el cerebro sin saberlo, se esconde a salvo en quistes y no ataca a ninguno de los hospedadores intermedios, ya seamos humanos a las ratas, pero se activa súbitamente cuando necesita avanzar hacia su hospedador final: los gatos. 

¿Cómo puedo contagiarme?

La vía de contagio puede producirse de distintos modos. Las ratas infectadas pueden traspasar el parásito a los humanos, pero también lo puede hacer el propio caracol, y no hace falta ingerirlo: basta con llevarse las manos a la boca después de tocarlo, o incluso consumir crudos o mal cocinados vegetales frescos contaminados por las secreciones de estos caracoles. En este caso, el parásito puede atravesar la pared intestinal y alcanzar el sistema nervioso central, causando meningitis eosinofílica" explica Arechavaleta.

¿Cómo combatir la plaga de caracoles gigantes?

Según abunda este biólogo, los métodos de control biológico y mecánico que se han probado en distintas partes del mundo no han demostrado ser demasiado efectivos por el momento. El más extendido es el control químico mediante molusquicidas, fundamentalmente un compuesto llamado metaldehído, que, aunque es eficaz para proteger pequeños cultivos, no ha demostrado ser efectivo a gran escala. Además, cabe recordar que se trata de una sustancia dañina para el medio ambiente, incluso para otras especies. La mejor solución, al menos de momento, es estar alerta, y, sobre todo, evitar tocarlos bajo ninguna circunstancia.