Decía un poeta que "al fin y al cabo, la muerte está tan segura de ganar, que de ventaja te da una vida". Desde que el hombre es tal, uno de sus anhelos más profundos ha sido la inmortalidad. Algunos han tratado de conseguirla a través de sus obras, buscando dejar una impronta imborrable al paso de los siglos. Otros se acercan a ella a través de la fe, apoyados en la idea que este mundo es tan solo un lugar de tránsito hacia uno más elevado y eterno. Los más ambiciosos quizá, aspiran a conseguir perdurar en vida, a ganarle la partida al tiempo y tratar de comprender los mecanismos que subyacen al envejecimiento y deterioro de nuestras células para así remediarlo; un lugar por otra parte, según muchos filósofos, indeseable, ya que la vida posee un valor intrínseco en tanto es finita.

Pero, ¿será posible en el futuro alcanzar dicha aspiración? No faltan partidarios que se inclinan a pensar que si. De hecho, en la naturaleza podemos encontrar algunos ejemplos de organismos que, aprovechando la pequeña ventaja que ofrece la muerte, tratan de estirar la vida al máximo. 

Turritopsis dohrnii, la medusa biológicamente inmortal

El caso más excepcional es quizá el de la medusa turritopsis dohrnii, antes denominada turritopsis nutricula.  Esta especie, conocida como la medusa inmortal, habita en las aguas del mar Mediterráneo y el mar de Japón.

Medusa inmortal
Foto: Muzina Shaghai / Flicker / Cc

En el caso de la mayoría de los seres que habitan en la Tierra, la vida se desarrolla de forma lineal, es decir, los organismos nacen, crecen se reproducen y mueren. Sin embargo, la vida de esta medusa se desarrolla en un ciclo que puede extenderse ad infinitum. 

Turritopsis dohrnii comienza su vida en forma de larvas minúsculas capaces de nadar llamadas plánulas. El objetivo de estas plánulas es encontrar un sustrato apropiado en el lecho marino en el que establecerse formando después colonias de pólipos. Tal y como sucede con otras especies de cnidarios, en algún momento estos pólipos se convierten en medusas de nado libre.

Turritopsis dhornii, estadio juvenil
Foto: Karen J. Osborn / Smithsonian Institution

Pero lo que hace a esta medusa tan especial es que ante una amenaza ambiental o física, una enfermedad o el simple envejecimiento, son capaces de revertir su estado hasta la etapa de pólipo, permitiendo a los individuos de la especie perpetuarse en un proceso constante de envejecimiento y rejuvenecimiento gracias a un proceso celular conocido como transdiferenciación, un fenómeno que en la naturaleza tiene lugar en muy pocas ocasiones y que se produce cuando una célula que no es una célula madre se transforma en otro tipo de célula. 

Hydra, el mito sucumbe a la realidad 

En la mitología griega, la hidra era un monstruo de varias cabezas que habitaba en el lago de Lerna y que contaba con la cualidad de que cada vez que perdía una de ellas podía regenerarlas a pares. 

En la naturaleza, no obstante, las hydras son, si cabe, animales mucho más excepcionales. Al igual que la medusa inmortal, las hidras forman parte del filo de los cnidarios; concretamente pertenecen la clase de los hidrozoos, pero al contrario que la mayoría de las medusas, son animales de agua dulce. 

Hydra vulgaris - Hydra
Foto: iStock

Del mismo modo que el ser mitológico, la gran cualidad de estos animales es la capacidad de regenerarse. En este caso no solo son sus cabezas las que vuelven a crecer, si no todo su cuerpo: es decir, cuando una hydra es seccionada en dos partes, de cada una de ellas surgirá un nuevo organismo. 

Esto sucede por que las células madre de la hydra tienen una capacidad infinita de renovación. El secreto parece encontrarse en un conjunto de genes conocidos como FoxO, los cuales juegan un papel muy importante en la regulación del ciclo de vida de algunos animales y que parece encontrarse en exceso en las hydras. De hecho, varios experimentos han demostrado que al despojar a la hydras de sus genes FoxO su capacidad de regeneración disminuye y se activa el envejecimiento. 

Las langostas y la fuente de la eterna juventud

Las langostas no son inmortales, sin embargo, son algunos de los animales que postulan a la inmortalidad ya que sus células no experimentan senescencia

Las células de los organismos vivos están en constante división y regeneración. De hecho, una de las principales razones del envejecimiento lo encontramos en que a cada nueva división que se produce en las células, el ADN de estas se degrada. Esta degradación tiene lugar en los telómeros, es decir, en los extremos de los cromosomas, las estructuras en las que se condensa el ADN en las células. A cada nueva división celular estos telómeros se acortan hasta un punto en que se alcanzan la senescencia y las células no pueden reproducirse. 

Homarus americanus - Langosta americana
Foto: iStock

Las langostas, no obstante, parecen haber sido capaces de inhibir dicho proceso gracias a poseer una gran concentración de una enzima llamada telomerasa, la cual mantiene su ADN intacto durante toda su vida. 

¿Son entonces las langostas inmortales? Solo en potencia. De hecho puede decirse que las langostas son víctimas de su propio éxito, donde un crecimiento indefinido les obliga periódica y constantemente a renovar el exoesqueleto que les protege y que una vez formado no cambia de tamaño. Llegado cierto punto en la vida de la langosta, el esfuerzo metabólico, es decir, la cantidad de energía necesaria para mudar sus caparazones excede sus propias posibilidades, produciéndoles la muerte, a veces por agotamiento, otras por el colapso de su propia armadura. Y es que el precio de la inmortalidad puede en ocasiones deber de pagarse con una existencia cruel.