Casi el 80% de la megafauna que poblaba la Tierra hace unos 50.000 años, como mamuts, armadillos gigantes o tigres de dientes de sable, empezaron a desaparecer a medida que el mundo transicionaba desde la última glaciación hacia el período holoceno, más cálido. Las extinciones se produjeron en distintos momentos de la escala geológica mundial, provocando una drástica reorganización de los ecosistemas terrestres. Las causas sobre esta extinción han sido durante años motivo de estudio de numerosas investigaciones científicas, entre ellas, repentinos cambios climáticos o la degradación del paisaje como consecuencia de la huella del hombre. Sin embargo, hasta la fecha no ha sido posible cuantificar el peso del impacto humano en semejante cataclismo biológico, pues no existían demasiados fósiles de un mismo período de tiempo que permitieran establecer una causalidad. Ahora, un equipo de investigadores ha dado con una pista que podría corroborar la importancia de la huella humana: los grandes incendios ocurridos en un yacimiento localizado en un lago de alquitrán del sur de California, en Estados Unidos. Las conclusiones han sido publicadas recientemente en Science.

El rancho de La Brea, en el sur del estado de California, proporciona una oportunidad única para la investigación de los cambios producidos en la megafauna durante los últimos años 50.000 años. Las filtraciones naturales de alquitrán (o brea, de ahí el nombre del yacimiento) atraparon y conservaron los huesos cientos de individuos de numerosas especies a lo largo de todo este tiempo, casi todos los cuales conservan restos del colágeno original, lo que permite realizar análisis precisos de datación por radiocarbono. Un equipo de paleontólogos han recuperado más de 172 especímenes de 7 especies extintas, incluidos antiguos ejemplares de bisontes, camélidos e incluso perezosos gigantes de hace entre 15.600 y 10.000 años. Comparando análisis de las poblaciones de megafauna en distintas partes del mundo y ponderando los datos paleoclimáticos y los distintos estudios sobre las poblaciones humanas, llegaron a la conclusión de que, aunque la seguía había azotado aquella región durante aquella época, aquellos grandes mamíferos que poblaban la región no se extinguieron como consecuencia de un clima más cálido, sino que perecieron en un episodio abrupto de unos 300 años de duración que pudo desatarse por la aparición de megaincendios provocados por el hombre. 

El ocaso, según las pesquisas recabadas por los investigadores, comenzó hace unos 13.000 años, con el calentamiento y la desecación graduales del paisaje y la disminución simultánea de los grandes herbívoros a largo de 2.000 años a medida que los glaciares retrocedían rápidamente después de la última glaciación. Entonces, justo cuando las poblaciones humanas empezaron a aumentar bruscamente en América del Norte, el ecosistema experimentó un cambio drástico: las temperaturas aumentaron de forma repentina, y una fuerte sequía agostó el paisaje, un caldo de cultivo para el surgimiento de incendios forestales que transformaron drásticamente los ecosistemas. En 300 años, todos los gigantes de la última glaciación de La Brea habían desaparecido, al tiempo que un paisaje húmedo y frondoso daba lugar al ecosistema seco y árido que caracteriza a la California actual. 

Las temperaturas aumentaron de forma repentina y un sequía drenó el paisaje, provocando enormes incendios forestales que transformaron drásticamente el ecosistema 

Tras la pista del carbón vegetal

Aquel cambio climático repentino provocó que el sur de California fuese más propenso a los incendios, pero los modelos de los investigadores descubrieron que el fuerte crecimiento de la población experimentado en aquella época tuvo una mayor correlación con el drástico aumento de aquellos devastadores incendios. La prueba: los índices de acumulación de carbón vegetal, indicativos de aquellos fuegos, eran bajos antes de la llegada del hombre, pero hace unos 13.200 años, según el estudio, ‘se multiplicaron súbitamente por 30’

"Las condiciones que provocaron el cambio de estado a finales del pleistoceno en el sur de California se repiten hoy en el oeste de EEUU y en otros muchos ecosistemas de todo el mundo -afirman los investigadores en el estudio- por lo que el estudio de la interacción de los cambios climáticos y antropogénicos en la conducción de este evento de extinción pasado puede ser útil para mitigar la pérdida de biodiversidad en el futuro frente a presiones similares", señala la experta. El registro fósil nos alerta de que llevamos profiriendo grandes daños a los ecosistemas desde tiempos inmemoriales. Un buen recordatorio de cuán devastadora puede llegar a ser la mano del hombre.