Una o dos veces cada 10 años, cuando la estación lluviosa es especialmente pródiga en agua, la población de langostas -una especie de insecto de cuya voracidad, tal y como aparece ya reflejado en el libro bíblico del Éxodo, se sabe desde tiempos inmemoriales- aumenta significativamente formando enormes enjambres capaces de asolar países y sumirlos en las hambrunas más crueles.

Locustia migratoria representa una seria amenaza para la agricultura en todo el mundo. Un millón de langostas puede consumir un tonelada de alimento diario.

Así, en ocasiones, estos insectos empiezan formando grupos poco numerosos que sin embargo pueden llegar a multiplicarse exponencialmente en muy poco tiempo, entrando en una fase gregaria en la que llegan a desplazarse cientos o miles de kilómetros arrastradas por el viento. Una de estas especies es Locustia migratoria. Su área de distribución es mayor que la de cualquier otro insecto acrídido, y comprende todo tipo de territorios de praderas a lo largo de África, los bosques de taiga del continente europeo, el Sudeste Asiático, las zonas tropicales de Australia y Nueva Zelanda.

Se trata de animales extremadamente móviles que ayudándose del viento pueden alcanzar velocidades de hasta 20 kilómetros por hora y recorrer hasta 130 kilómetros en un día, llegando los ejemplares adultos a ser capaces de comer su propio peso diario. De hecho, un millón de langostas puede consumir un tonelada de alimento diario.

Locusta migratoria. Fase gregaria
Foto: Gilles San Martin / CC BY-SA 2.0

Del mismo modo, al tratarse de la langosta de mayor distribución y una de las más peligrosas, Locustia migratoria representa una seria amenaza para la agricultura en todo el mundo, y si bien es cierto que su control y vigilancia depende de los diversos ministerios de agricultura de los países afectados por su apetito, ahora un nuevo estudio llevado a cabo por científicos de la Academia China de las Ciencias titulado 4-Vinylanisole is an aggregation pheromone in locustsy publicado esta semana en la revista Nature, acaba de revelar que una hormona podría ser la responsable de que las langostas, la cuales pueden exhibir una vida solitaria, formen los temidos enjambres que las hacen tan peligrosas. El descubrimiento podría ayudar al desarrollo de nuevos métodos para controlar los brotes de langostas.

Locusta migratoria. Fase solitaria
Foto: Gilles San Martin / CC BY-SA 2.0

De este modo, el reconocido experto en entomología de la Academia China de las Ciencias, Le Kang, y sus colegas, identifican un pequeño compuesto orgánico llamado 4-vinilanisol -4VA- que es liberado por las langostas migratorias gregarias. La molécula actúa como un poderoso atrayente para las langostas migratorias de todas las edades y ambos sexos, actuando de forma que si cuatro o cinco langostas solitarias se juntan, también comienzan a producir y emitir la feromona, que es detectada por unas células sensoriales específicas llamadas sensilias basicónicas, alojadas en las antenas de los insectos.

Con la base de sus hallazgos, los autores destacan varios escenarios posibles dignos de exploración futura. Por ejemplo, si se implementara una versión sintética de la 4VA en la naturaleza, esta podría usarse potencialmente para atraer a las langostas hacia trampas donde podrían morir. Otra alternativa consistiría en liberar una sustancia química que bloqueara la actividad de la molécula, lo que podría evitar que las langostas formen enjambres migratorios.

Aunque se necesitan más investigaciones para probar la viabilidad de estas y otras estrategias relacionadas, los autores defienden que puede tratarse de una gran oportunidad para combatir tanto este como otro tipo de plagas tan peligrosas como la que desde finales del 2019 está asolando parte de centro-este de África y que el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ya considera como la plaga migratoria más peligrosa del mundo.

2020.Un niño de la tribu Samburu brega contra un enjambre de langostas del desierto que llenan el aire
Foto: AP

El repunte actual de langostas, en este caso de una especia africana conocida como Schistocerca gregaria o langosta del desierto es el peor vivido durante los últimos 25 años en Etiopía y Somalia, y el peor de los últimos 70 años en Kenia. Parece que la nueva generación de insectos que esta arrasando en África vegetación natural y campos de cultivo por igual está mejor adaptada que nunca al entorno, y se estima que podrían verse afectadas unos 9,7 millones de personas en Kenia, Etiopía y Somalia y unos 3,2 millones en Uganda y Sudán del Sur. Y aunque puede que este año ya sea tarde para estos países, es algo que pronto espera poder cambiar equipo de Le Kang.