"Desde que [la Casa de la Contratación] habita en Cádiz, el verdadero agonizante es el comercio español. Así lo verifican las angustias de los reales haberes, los deliquios de los caudales españoles, los suspiros de los gremios, y la universal inanición de todo el Estado". De este modo denunciaba en 1722 un memorial anónimo los perjuicios que había causado una decisión tomada cinco años antes por Felipe V: el traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz.
La Casa de la Contratación había sido fundada en 1503 por la reina Isabel la Católica con el objetivo principal de gestionar la navegación atlántica y el comercio con la América recién descubierta. La nueva institución controlaba el tráfico de embarcaciones, pasajeros y mercancías entre la península y las Indias y actuaba como tribunal para juzgar todos los conflictos derivados de esa actividad. También se ocupaba de la formación y examen de pilotos, la elaboración de cartas náuticas y otros instrumentos de navegación así como de la recopilación de información científica. En un principio, el organismo se estableció en Sevilla, que contaba con un puerto fluvial a salvo de cualquier asalto por piratas o enemigos de la Corona.
Declive de Sevilla
El monopolio del comercio con América benefició enormemente a la ciudad, pero a mediados del siglo XVII el puerto sevillano entró en declive frente a la pujanza que mostraban otros puertos europeos (principalmente ingleses, holandeses y franceses), que consiguieron establecer redes comerciales alternativas utilizando las islas del Caribe como enlace. Además, la navegación por el Guadalquivir hasta Sevilla presentaba diversos obstáculos, en particular la temida barra de Sanlúcar de Barrameda, que impedían el atraque de barcos de gran tonelaje.
A principios del siglo XVIII, con la dinastía borbónica recién llegada al trono español, las autoridades se propusieron reconquistar el monopolio comercial de las Indias y crear una estructura militar sólida que lo protegiera a través de la Armada Real. Fue así como en 1717 nació la Secretaría de Marina e Indias, encargada de todas las cuestiones americanas. Ese mismo año se tomó una decisión que tendría importantes consecuencias: el traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz, mediante un real decreto firmado por Felipe V el 12 de mayo de 1717.
En comparación con Sevilla, Cádiz ofrecía evidentes ventajas como puerto comercial. Su bahía era más amplia y accesible a todo tipo de navíos, lo que compensaba su mayor exposición a ataques enemigos. Por otra parte, el cambio de ciudad sirvió de pretexto para reorganizar las funciones internas de la Casa y sanear así la institución.
Rivalidad andaluza por el puerto de América
La ciudad gaditana había alcanzado ya un notable desarrollo social y económico desde mediados del siglo XVII, y contaba con una considerable comunidad de comerciantes españoles y extranjeros que, pese al régimen de monopolio sevillano, participaban activamente en el comercio de América. El traslado de la Casa de la Contratación azuzó la rivalidad que desde hacía tiempo existía entre Sevilla y Cádiz. Lejos de resignarse ante la pérdida, desde 1719 los sevillanos enviaron varias delegaciones a la corte para demandar el retorno de la institución a su ciudad.
En 1722, en el memorial anónimo ya citado, los sevillanos destacaron que el cambio de sede sólo había beneficiado a los mercaderes extranjeros y negaban que su puerto ofreciera peores condiciones que el de Cádiz: "las naciones, admirando este Puerto [de Sevilla] en sus Atlas y Mapas […] lo traen esculpido y estampado con los rumbos y marcas", proclamaba.
Ante tal malestar, el rey se vio obligado a formar una junta de expertos. Tras la celebración de una serie de reuniones, donde los representantes de ambas ciudades expusieron sus respectivos intereses, la junta votó en favor de Sevilla. Fue, entonces, el turno de Cádiz, que se vio obligada a movilizarse y clamar "a los pies del Rey contra la injusticia notoria que se le hace". De eso se encargarían hombres influyentes como los ministros Andrés de Pez y José Patiño –ambos favorables a la causa gaditana–, así como las oligarquías locales que también presionaban a la Corona en forma de donaciones. Cádiz consiguió que el rey mantuviese la idea del traslado, pero sólo temporalmente, ya que después de nuevas reuniones de la junta, el 21 de septiembre de 1725 un nuevo decreto ordenaba la vuelta de la Casa y el Consulado a Sevilla.
La reacción de Cádiz no se hizo esperar; eligió un representante capaz de persuadir al rey, el burócrata Francisco Manuel Herrera, un hombre muy próximo a Patiño y del agrado del monarca. Con esta elección Cádiz tenía media batalla ganada. En un memorial presentado a Felipe V en 1726, Herrera respondía punto por punto al memorial sevillano de 1722, defendiéndose de sus duras acusaciones y exponiendo los beneficios del traslado.
Herrera se dirigía al monarca con las siguientes palabras: "Considere V. M.: si […] las Reales Personas del Serenísimo Príncipe de Asturias y demás Infantes viniesen de largas navegaciones, y se le propusiese a V. M. el deliberar a cuál de las dos partes quería se dirigiesen con el Navío, o a los formidables y experimentados riesgos de la Barra, temidos en todo el Mundo, o a las naturales seguridades de la Bahía y Puerto de Cádiz en todo el Orbe celebradas. En la elección no iba nada menos que el peligro de sus haciendas y de sus vidas. Reflexione V. M. ¿qué es lo que escogería?".
Sevilla se sabía perdedora y sugirió que se colocase un epitafio en la bahía de Cádiz que aludiera a su supuesta indefensión ante los ataques enemigos
El rey escogió Cádiz, pero todavía faltaba una nueva respuesta de Sevilla. Ésta criticaba con dureza a Herrera y a su memorial tachándolo de ser "un agregado de sofisterías, suposiciones, corrupción de textos, hipérboles y exclamaciones, con que se ha querido desfigurar las facciones de la verdad". Pero Sevilla se sabía perdedora y después de derrotada sugirió que se colocase un epitafio en la bahía de Cádiz que aludiera a su supuesta indefensión ante los ataques enemigos: "Yace sepultada entre los salobres abismos de esta bahía numerosa multitud de vidas y haciendas, de galeones, flotas, convoyes y otros muchos navíos. Descansen en paz los naufragados.
Y tú, oh navegante, no maldigas los terribles estragos de la bahía, de que sólo su anchura es la culpable, sino tened por feliz auspicio de tu seguridad y salvamento la verdadera historia de tanto naufragio".
Monopolio comercial con América
Las consecuencias negativas del traslado para Sevilla resultan obvias, pues pasó de ser el centro neurálgico del mundo atlántico a verse relegada a un segundo plano. En cambio, para Cádiz el impacto no pudo ser más favorable. La gestión del monopolio comercial con América hizo de Cádiz, como la Sevilla de antaño, un nuevo centro de poder comercial y financiero. La ciudad sufrió significativas transformaciones urbanísticas y vio crecer notablemente su población. El ambiente de bonanza y oportunidades que ya se venía fraguando alrededor del puerto gaditano no pasó desapercibido para algunas de las familias de comerciantes más influyentes de Europa, lo que dio a la ciudad un nuevo aire cosmopolita. La bonanza comercial gaditana se prolongó incluso más allá de 1778, cuando se estableció la libertad de comercio con América y la Casa de la Contratación perdió su razón de ser, antes de ser suprimida por decreto en 1790.