La cría de pavos supuso una gran ayuda a la economía de numerosas familias durante la Gran Depresión. A menudo eran las mujeres quienes estaban al frente de esta actividad pecuaria. Esta señora de Idaho -detalle-, camuflada entre una enorme bandada en 1940, era una de esas empresarias.
La temporada de eclosión de los huevos podía ser muy caótica: "pavos en la sala, pavos en las sillas, pavos en el fregadero y pavos por todas partes", exclamaba un periódico de Emmett, Idaho, en 1933. Pero esas aves no solo invadían las casas, sino también los campos. Antes de que la agricultura con fines comerciales arruinara los negocios familiares a mediados del siglo XX, explica la historiadora de Idaho Madeline Buckendorf, los niños de las granjas arreaban las aves «como si fueran ovejas». Ella aún conserva la campana que su abuelo colocaba alrededor del cuello del pavo que encabezaba la bandada. De esta manera podía seguir el paso de las aves «cuando salían a pastar por las laderas cubiertas de artemisa».