Enric Sala ha hecho de la protección del hábitat y la vida salvaje la misión de su vida. Solo en los últimos 10 años, gracias a sus iniciativas y colaboraciones con Gobiernos de todo el mundo, una superficie equivalente a la mitad de Canadá ha quedado protegida frente a la explotación humana en todas sus formas.
Las reservas que este ecólogo marino ha ayudado a crear no se hallan en tierra, sino en el mar. Su proyecto Mares Prístinos, patrocinado por National Geographic Society, ha sido crucial para lograr que se protejan más de cinco millones de kilómetros cuadrados, preservando la salud de las zonas intactas y dando a las esquilmadas la oportunidad de recuperarse.
En su artículo de este mes, Sala relata cómo Mares Prístinos apoyó la creación de un parque marino protegido en el extremo sur de Argentina. Limita con unas aguas que Chile ya había designado como parque, y él cree que es el área marina protegida transfronteriza y continua más grande del mundo. Pero esto no es ni mucho menos suficiente. «Solo el cinco por ciento del mar está protegido –me dijo en una visita reciente–. La ciencia dice que hay que proteger la mitad del océano para que las cosas cambien de verdad».
Le pregunté cuál de todas las reservas en las que había trabajado era su predilecta. «Eso es como si te preguntan a cuál de tus hijos quieres más», protestó. Sin embargo, admitió, «se me ocurre una: las Espóradas Ecuatoriales del Sur, el archipiélago más prístino del Pacífico. En 2016 vivimos en ellas el evento anual de El Niño más virulento de la historia, y la mitad de los corales se blanquearon y murieron».
Su equipo planea regresar este año para comprobar si la zona se ha recuperado. Si es así, dice Sala, «nos dará esperanza», un activo esencial para él y sus colaboradores a la hora de presionar para que se protejan más entornos marinos.
Gracias por leer National Geographic.
Publicado en la revista National Geographic España en julio de 2019.