Existen los residuos plásticos visibles, es decir, bolsas, botellas, viejas redes de pesca y otros muchos objetos que ensucian la costa y flotan en el mar. Y luego están los que no vemos: los microplásticos, reducidos por la acción del sol, el viento y las olas a fragmentos tan pequeños que solo son visibles al microscopio. Los científicos están empezando a entender los efectos que estas partículas tienen sobre los peces, la cadena alimentaria y, en última instancia, nosotros mismos.
Para el artículo sobre microplásticos de este mes –enmarcado en la iniciativa #planetaoplastico, con la que National Geographic busca reducir la basura plástica–, el fotógrafo David Liittschwager documentó la omnipresencia de estas partículas en las muestras de agua del mar. Por su parte, la autora Laura Parker viajó a Honolulu para visitar el laboratorio que allí tiene la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos, donde el oceanógrafo Jamison Gove y el ictiólogo Jonathan Whitney estudian los microplásticos presentes en los llamados slicks, unas películas que se forman en la superficie marina por acumulación de materia orgánica y donde se alimentan las larvas de pez en sus primeros días de vida. En algunas de estas bandas hay más plástico que peces, lo que eleva la probabilidad de que los recién nacidos confundan los microplásticos con alimento y se los coman. «El momento más crítico es la primera ingesta. Una sola fibra plástica puede acarrear una sentencia de muerte», advierte Whitney.
Los peces que ingieren plástico y sobreviven son motivo de otras preocupaciones, escribe Parker: «Parece ser que los peces voladores comen plástico con especial frecuencia. Además de ser alimento de otros peces mayores, como los tiburones, son la principal presa del 95 % de las aves marinas hawaianas. ¿Están ingiriendo plástico esas aves cuando se comen un pez volador, y les está afectando? Por cada pregunta que responden los científicos, dice Gove, surgen otras 10».
La mayoría de nosotros no percibimos los perjuicios de los microplásticos como lo hacen los científicos. Pero con nueve millones de toneladas de residuos plásticos anuales en el mar, es imposible no ver el daño que causan a tortugas, aves marinas, ballenas y otras especies. ¿No es razón suficiente para unirnos al esfuerzo mundial para reducir el plástico? El proyecto #planetaoplastico ya ha logrado que más de 150.000 personas se comprometan a prescindir de casi 200 millones de artículos desechables. No es un mal comienzo.
Publicado en la revista National Geographic de mayo de 2019.