Lo hemos oído decir a menudo: «el mejor envase es el que no existe». Pero, ¿es eso posible? Quizá no del todo, pero casi. En ese concepto se inspiraron los ganadores de la última edición de los premios Pentawards, el concurso de mayor prestigio internacional de diseño de envases, en la categoría NXT-GEN, que promociona a los nuevos talentos del sector. Lesley Batista, Martí Garcés y Trinidad Mosso, entonces estudiantes del Máster en Diseño de Packaging de la escuela Elisava de Barcelona y hoy profesionales del sector, se llevaron el galardón por su cepillo de dientes envuelto en un blíster de bioplástico que, una vez remoldeado, se convierte en el mango del cepillo. Es decir, un envase que genera cero residuos. «Queríamos evitar empaquetar un cepillo de dientes con un plástico de un solo uso –explica Lesley Batista–. Para lograrlo se nos ocurrió utilizar el propio plástico del mango para crear el envoltorio». Tras investigar qué material podría servirles, añade Mosso, «descubrimos el bioplástico con base de almidón FormCard desarrollado por el diseñador Peter Marigold que, tras sumergirlo unos momentos en agua caliente, se puede moldear al gusto». El proceso puede repetirse infinitas veces, con lo cual se reduce la cantidad de plástico, se reutiliza el ya existente y disminuye el tamaño final del producto y su huella ambiental. «A menudo la mayor dificultad a la hora de Envases reutilizables Istockdiseñar un nuevo envase es atreverse a apostar por nuevas formas de envasar», añade Martí Garcés.
«El sector del packaging está inmerso en una reinvención constante –apunta Laura Peregrín, de la agencia de marketing VMLY&R y directora del Máster en Diseño y Desarrollo de Packaging de la escuela online Shifta de Elisava–. En los últimos años estamos viviendo una fascinante carrera por la innovación, sobre todo en materia de sostenibilidad. Entre los avances más relevantes estarían las nuevas soluciones alternativas al plástico que consiguen un envasado eficiente y reciclable con una alta barrera a la humedad, oxígeno y grasas». Pero el principal desafío, añade, «es implementar una economía circular real en todos los ámbitos. Debemos pasar del modelo de consumo lineal de usar y tirar a otro circular en el que el residuo se convierta en recurso y pase a tener varios ciclos de vida».
NGM-E
En eso coincide plenamente Mireia Andreu, portavoz de Packaging Cluster, una asociación sin ánimo de lucro con sede en la ciudad barcelonesa de Sabadell que agrupa a más de 130 empresas y entidades del sector que buscan mejorar el ecosistema del envase y el embalaje. La clave es la circularidad, para lo cual es indispensable «optimizar la recuperación de los envases de un solo uso e implementar los que están hechos de un solo material, o de varios materiales fácilmente separables, que favorezcan su recuperación y reciclaje», dice. Sin duda el sector ha logrado en los últimos tiempos mejoras importantes. «Por ejemplo –añade–, el peso de los envases se ha reducido en un 20 %, logrando estructuras igual de resistentes con mucho menos material, y los envases contienen cada vez más material reciclado, aunque todavía queda mucho camino por recorrer».
Desarrollar todos estos planteamientos será fundamental para que el sector consiga cumplir lo que dictaminan las nuevas normativas europeas y españolas, cuyo objetivo común es reducir al mínimo y a corto plazo los efectos negativos de la generación y gestión de los residuos en la salud humana y el medio ambiente. Para ello se han puesto en marcha un abanico de medidas. Por ejemplo, desde enero se grava con una tasa de 0,45 euros el kilo de plástico usado para envases de un solo uso. Además, para 2030 será de obligado cumplimiento, entre otras muchas cosas, que el 100 % de los envases sea reciclable (el doble que ahora), que disminuya en un 20 % la comercialización de botellas de plástico de un solo uso, que se reduzca en un 15 % el peso de los envases, que al menos el 20% de la superficie de los grandes comercios de alimentación se destine a la venta a granel (los usuarios podremos llevar nuestros recipientes) y que los productores de envases, además de financiar la gestión de los residuos asociados, logren que su recogida separada alcance el 85 %.
Zero Easte Packaging, creado por Lesley Batista, Martí Garcés y Trinidad Mosso.
Blíster de plástico fundible.
Una de las grandes apuestas es fomentar la reutilización de envases, lo que se consigue mediante iniciativas de servitización: son modelos de negocio que, en lugar de un producto, venden el servicio que este puede brindar. Este es el leitmotiv de la start-up Bumerang. A su fundador, Oriol Segarra, se le ocurrió la idea mientras practicaba surf. Impresionado por la cantidad de residuos plásticos que veía en el mar, tuvo claro que más que optimizar el reciclaje, que también, lo que debía cambiar de forma radical era el modo de consumo.
«Ama al envase reutilizable por encima de todos los envases», reza el primer mandamiento de la empresa. Junto con su equipo ha creado una red de distribución de envases reutilizables, vasos y boles de polipropileno 100 % reciclables que pueden usarse cientos de veces. Cada uno lleva un código QR que permite su seguimiento. «Los usuarios transportan en ellos la comida y la bebida de los take away y centros de restauración colectiva, como universidades, hospitales o empresas, asociados a Bumerang, y tienen 15 días para devolverlos en cualquiera de estos centros. Como en las bibliotecas, mandamos un recordatorio para que no se les pase la fecha».
Zero waste packaging, creado por Lesley Batista, Martí G0arcés y Trinidad Mosso.
Envoltorio y mango de cepillo de dientes ecológicos.
Segarra recalca que este cambio de hábitos únicamente se conseguirá con un marco legal potente. «No se puede dejar que lo lleven a cabo solo los consumidores, porque a menudo simplemente no tienen la opción. La reutilización debe ser obligada, no solo una oportunidad de hacer mejor las cosas», concluye. Para lograrlo, la empresa forma parte de una red europea que lucha por la obligatoriedad de la reutilización de los envases. Como dicen en Bumerang, sí hay planeta B: es aquel del que se siente parte una ciudadanía cada vez más numerosa, convencida de que vivir de forma sostenible no solo es posible. También es grato y motivador.
Este artículo pertenece al número de Julio de 2023 de la revista National Geographic.