Sargas, el pollito que vemos en las imágenes de este artículo, nació en enero en el Centro de Cría del Quebrantahuesos Guadalentín, en Jaén, palo mayor del Programa de Reintroducción del Quebrantahuesos de la Junta de Andalucía. Hoy campa a sus anchas en las cumbres del Parque Natural Regional de los Grands Causses, en el sur del Macizo Central francés, donde fue liberado el pasado mes de mayo. El ejemplar fue incubado por sus padres, Joseph y Keno, en este centro situado en pleno Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, hasta que faltaban unos pocos días para la eclosión. Fue en ese momento cuando a la pareja le dieron el cambiazo: el huevo real, que emplazaron en una incubadora, fue sustituido por otro de escayola para que los progenitores prosiguieran, como si nada, un proceso reproductivo que reemprenderían de facto una vez nacido su polluelo. Pero como la fase de la eclosión es delicada, los expertos no se la quisieron jugar. A veces incluso retiran el huevo desde el minuto uno, ya que a algunos «papis» lo de la incubación no se les da bien: se colocan mal, no son constantes y el huevo acaba por pudrirse. «Si no hay garantías suficientes, todo el proceso tiene lugar de forma controlada en las incubadoras», explica Pakillo Rodríguez, biólogo y director del que es el centro que más quebrantahuesos cría en toda Europa.

Pareja de quebrantahuesos
Susana Girón

Esta joven pareja de quebrantahuesos, Armenio Escalivada, residen en Guadalentín desde 2018. La hembra, con el plumaje más claro, procede del Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Torreferrussa, en Barcelona, y el macho, de Armenia. El intercambio de pollos entre distintos centros de cría es frecuente para evitar consanguinidad y favorecer la diversidad genética de las especies. 

Durante las tres primeras semanas, el desarrollo embrionario tiene lugar en una incubadora de contacto. Esta, provista de una membrana de plástico que se hincha con aire caliente, imita muy bien la placa incubatriz de los padres, esa zona del abdomen desprovista de plumas y muy irrigada que entra en contacto con los huevos y les transmite el calor necesario. La segunda fase se desarrolla en la incubadora de aire forzado, donde el calor se reparte de forma homogénea, y allí permanecerá el huevo hasta que, tras completarse la incubación, que dura entre 52 y 58 días, el polluelo haga el primer «pip», que es como se llama al picotazo número uno de la eclosión. Entonces los técnicos lo colocarán en una tercera máquina, la nacedora, donde se incrementa la humedad hasta el 70 % para que, cuando el pollo agujeree el cascarón, el huevo no se deshidrate. «Si eso sucediera –explica el biólogo–, la membrana del huevo se secaría y se pegaría al cuerpo del pollo, lo que le impediría rotar sobre sí mismo para seguir cortando la cáscara».

En 1987 el veneno acabó con los quebrantahuesos de Andalucía, donde sigue siendo la principal causa de su mortalidad. ¿La segunda? Los disparos.

Pero ¿cuál es el detonante de ese primer pip? Para empezar, la incomodidad, ya que, tras casi dos meses de desarrollo, el pollo apenas cabe en el cascarón. Hasta ese momento se ha alimentado de los nutrientes del saco vitelino a través del cordón umbilical y ha respirado gracias al alantocorion, una membrana tapizada de vasos sanguíneos que ejerce de pulmón. Sin embargo, en estos momentos el suministro de oxígeno empieza a escasear y el pollo se revuelve, inquieto, y rasga la delicada membrana interna que lo envuelve. Con ese gesto accede a una reserva de oxígeno que es una maravilla evolutiva de los huevos de todas las aves: se trata de una diminuta cámara de aire que surge tras la puesta y que va aumentando de tamaño. Esa pompa de aire se encuentra atrapada entre la membrana interna y la externa, en la base de la parte más ancha del huevo, y de ella respira ahora nuestro pollito. Pero el suyo será un relajo fugaz, porque, debido a la mala transpiración de la cáscara, la concentración de dióxido de carbono aumenta y el pollo, que empieza a ahogarse, sufre la contracción del denominado músculo de la eclosión, situado en la nuca. A modo de gatillo, este músculo hace que la cabeza dé un golpetazo hacia atrás y que el pico, con ayuda del órgano adamantino –una prominencia extremadamente dura que caerá tiempo después de la eclosión–, aseste el golpe de gracia a la cáscara. Por ese orificio el pollo recibirá, por fin, aire limpio del exterior. Ahora, recuperado el sosiego, se tomará su tiempo. No mucho, quizá dos días, máximo tres, hasta que se vea con fuerzas para abandonar para siempre ese cascarón que lo ha mantenido a salvo del incierto mundo exterior.

Rotura de un cascarón de quebrantahuesos
Susana Girón

Rotura del cascarón de Girón, el primer pollo de quebrantahuesos que nació en el centro de cría de Jaén en 2022. Le pusieron este nombre en honor a la fotógrafa, Susana Girón. Ese año se produjeron 16 huevos, todo un récord a nivel europeo.

Después de nacer, apunta el experto, «el pollo aún tardará en comer alrededor de un día y subsistirá de los restos de yema del saco vitelino que habrá reabsorbido a través del ombligo durante la eclosión». Luego se le empezará a cebar poco a poco, para comprobar que su sistema digestivo funciona correctamente. ¿El menú? Vísceras de rata troceadas y mezcladas con agua en la que han estado en remojo egagrópilas de adulto, unas bolas compuestas por restos orgánicos no digeribles (huesos, pelos, plumas, dientes...) que regurgitan las aves rapaces y carroñeras. «El hecho de ingerir sustancias de esas egagrópilas tiene en los polluelos el mismo efecto que el calostro en los mamíferos recién nacidos. Al igual que esa primera leche que segregan las madres, las egagrópilas también constituyen un alimento primordial que transmite defensas y fortalece el sistema inmunitario de los pollos neonatos».

El 61 % de los nacimientos
de esta especie en los
centros de cría europeos
se dan en las instalaciones de Guadalentín.

Transcurrida una semana, el polluelo regresará con sus padres, un momento crucial en el que los progenitores deberán tomar las riendas de la crianza. Si todo sale bien, permanecerán juntos unos tres meses. Después, él y los demás pollos de su edad que hayan nacido ese año en el centro serán preparados para su inminente suelta. Se procederá a anillarlos, se les colocará un emisor GPS y se les decolorarán algunas plumas, lo que permitirá reconocerlos desde tierra durante dos o tres años, hasta que hagan la muda. Luego los trasladarán a una cueva donde, durante un mes, serán alimentados sin que perciban la presencia humana, hasta que echen a volar por su cuenta. Es lo que se conoce como hacking, que significa crianza campestre. «Durante la cría y suelta de los pollos es esencial evitar la impronta humana, es decir, que establezcan vínculos con las personas. Si eso pasara, el ave pensaría que es una persona e, incapaz de relacionarse con los individuos de su especie, no podría desenvolverse en libertad», recalca Rodríguez.

Quebrantahuesos puesto en libertad
Susana Girón

El biólogo Enrique Ávila (a la izquierda) y los técnicos de campo Jesús Olivares (a la derecha) y Joaquín Pérez se disponen a soltar a un pollo de quebrantahuesos en
la cueva de hacking, o crianza campestre, ubicada en la sierra de Castril, en Granada. Allí permanecerá cerca de un mes antes de emprender su vida en libertad.

Las cuevas de hacking se hallan siempre en lugares de difícil acceso a los que se llega escalando, para asegurar al máximo que los pollos no sean molestados por ningún animal, humano o no. Allí se irán envalentonando, asomándose al exterior, saliendo y entrando, hasta que emprendan el vuelo de la emancipación. Algunos se alejarán mucho, otros, no tanto. Pero todos, debido a una característica conductual conocida como filopatria que comparten muchas especies, volverán a criar cerca del lugar donde nacieron, lo que ayuda a afianzar la recuperación territorial de la especie.

Sargas, un quebrantahuesos
Susana Girón

Ya en 2023, concretamente el 30 de enero, nacía Sargas, al que vemos en esta imagen justo después de salir del cascarón. Pesó 132,4 gramos, y tres meses más tarde fue liberado en Grands Causses, en Francia. 

Ya son en total 128 pollos los que han nacido en el centro de cría de Guadalentín desde que se inauguró en 1996. De estos, 118 han salido adelante y 92 fueron liberados. Las sueltas comenzaron en el año 2006. Algunos quebrantahuesos ya empiezan a nidificar por la zona, algo que hacen cuando ya son maduros sexualmente, más o menos a los siete años de edad. Es posible que pronto haya pollos de segunda generación. No en vano este lugar, que alberga ocho parejas reproductoras, ostenta un récord de éxitos de producción de huevos y pollos que lo convierte en un pilar para el programa europeo de salvaguarda del quebrantahuesos.

Quebrantahuesos
Susana Girón

Estrechamente ligadas a los sistemas montañosos, estas aves se alimentan de huesos, en especial de ungulados silvestres y domésticos. Anidan en cornisas de difícil acceso y suelen poner dos huevos. Sin embargo, el cainismo es común, y solo sobrevivirá un pollo.

Y es que, según datos de la Vulture Conservation Foundation, organización de referencia en lo concerniente a la protección y restauración de las poblaciones de las cuatro necrófagas de Europa (buitres negro y leonado, alimoche y quebrantahuesos), hace 200 años estas majestuosas aves habitaban en todas las zonas montañosas del sur del continente, desde el oeste de la península ibérica hasta los Balcanes. Pero la poca disponibilidad de carroña y huesos, debido al declive de animales salvajes y a la estabulación del ganado, así como su mala reputación –se decía que mataban corderos y hasta niños pequeños– provocaron que los quebrantahuesos fuesen esquilmados con saña hasta prácticamente desaparecer. Así las cosas, en la década de 1970 se iniciaron los proyectos de conservación a través del Programa Europeo de Especies Amenazadas (EEP, por sus siglas en inglés) y hoy en los Alpes surcan los cielos más de 300 individuos, entre ellos unas 60 parejas reproductoras, que se suman a las cuatro de Córcega y a la decena de Creta.

Suelta de un quebrantahuesos
Susana Girón

Acarreando una caja con un pollo de quebrantahuesos a sus espaldas, Íñigo Fajardo, coordinador regional de la Estrategia Andaluza de Lucha Contra el Veneno, se dirige con el resto del equipo al lugar donde se realizará la suelta, situado a 1.400 metros de altitud. 

En el marco de este programa europeo, en la península ibérica esta magnífica rapaz, que alcanza una envergadura alar de casi tres metros, solo mantiene una población natural en los Pirineos, compuesta por unos mil individuos. Además de en la sierra de Cazorla, se han liberado ejemplares en la Comunitat Valenciana y en otros puntos de Europa. En los Picos de Europa, donde el pasado mes de febrero nacía el primer pollo en libertad, la recuperación de la especie corre a cargo de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ).

El quebrantahuesos Sargas con tres días

Primer plano del pollo de quebrantahuesos Sargas cuando tenía tres días de edad. El pequeño mira hacia arriba con el pico entreabierto pidiendo comida a los cuidadores en las instalaciones del laboratorio del centro de cría andaluz.

Pero a pesar de los muchos éxitos conseguidos a base de tantos esfuerzos, todavía hay personas que siguen colocando en la naturaleza cebos envenenados para eliminar a los depredadores. «El veneno es la principal causa de mortalidad no natural del quebrantahuesos en nuestro país, a pesar de que su uso está tipificado como delito desde 1995. Por su causa mueren de forma indiscriminada miles de animales silvestres, especialmente depredadores y carroñeros, entre los que se encuentran especies catalogadas en peligro de extinción, como es el caso del quebrantahuesos», denuncia Íñigo Fajardo, director del Plan de Recuperación de Aves Necrófagas de Andalucía. También es el coordinador regional de la Estrategia Andaluza de Lucha Contra el Veneno, en marcha desde 2004. Aunque desde entonces los casos conocidos de envenenamiento se han reducido en un 90 %, lamentablemente este gravísimo problema aún persiste, lo que conlleva que un gran equipo de personas trabaje diariamente, a la sombra y sin descanso, desde que comienza a clarear hasta el atardecer, con una única misión: que ese día ningún animal salvaje muera por causas humanas. «Son agentes de medio ambiente, técnicos de distintos departamentos de la Junta de Andalucía y unidades caninas con perros especializados que, codo a codo, luchan para eliminar cebos envenenados, cepos, lazos, trampas u otras artes ilegales del territorio», apunta Fajardo.

Biólogo con un huevo de quebrantahuesos
Susana Girón

Pakillo Rodríguez biólogo al frente del centro de Guadalentín, controla el estado de los huevos escuchando el piar de los pollos en su interior.

Pollo de quebrantahuesos recién nacido
Susana Girón

Tras nacer, se corta el cordón umbilical que une al pollo con el saco vitelino.

Controlando a un pollo de quebrantahuesos
Susana Girón

Rodríguez y Ángel Ochoterena, técnico del centro, controlan al recién nacido, bajo el calor de una lámpara.

Después del veneno, las líneas eléctricas son la causa de mayor mortalidad entre la especie. «Acorde con la legislación europea, hoy las empresas eléctricas están implementando medidas correctoras que reducen el impacto sobre la fauna», añade. Menos mal, porque hoy día, ya sea por colisión o por electrocución, los tendidos eléctricos matan en España a más de 30.000 rapaces al año. Pero son muchos más los frentes abiertos con los que lidia el quebrantahuesos: pérdida de hábitat, interacciones humanas en sus áreas de campeo y cría, abandono de las prácticas ganaderas tradicionales… En un marco de emergencia climática y en plena pérdida masiva de biodiversidad, el quebrantahuesos es, tristemente, solo una víctima más de la forma destructiva que tenemos de habitar la Tierra.

Regreso tras la suelta de un quebrantahuesos
Susana Girón

Tras realizar la suelta de un pollo en una cueva de hacking habilitada en la sierra de Cazorla, en Jaén, Íñigo Fajardo inicia el descenso, provisto del equipo de escalada. Los jovencísimos ejemplares se suelen soltar en lugares altos y de difícil acceso para evitar la presencia de depredadores o de personas que puedan interferir en el proceso de reintroducción.

La esperanza es que cada vez son más las voces que desde la transdisciplinariedad piden una transformación radical, un cambio de relato que nos permita reencauzar nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza. ¿El desaliento? Que el tiempo apremia, y que las especies que desaparecen lo hacen para siempre, dejando un boquete más en la intrincada red de la vida.

Pareja de quebrantahuesos
Susana Girón

Pareja de quebrantahuesos fotografiada con una cámara trampa en la sierra de Cazorla. Estas cámaras se disponen para poder llevar a cabo un seguimiento de los ejemplares y obtener instantáneas de su
vida en libertad.
Son de gran utilidad y, en combinación con otros instrumentos, ayudan a desvelar aspectos poco conocidos de la etología de la especie.

Este artículo pertenece al número de Agosto de 2023 de la revista National Geographic.

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