Más allá de sus molinos de viento, Castilla-La Mancha es también tierra de volcanes. Los hay en Albacete y en Guadalajara, pero sobre todo en Ciudad Real, donde se halla el campo volcánico más extenso de la península Ibérica. Se trata del Campo de Calatrava, que alberga nada menos que 360 edificios volcánicos repartidos en un área de unos 5.000 kilómetros cuadrados. Se originaron a lo largo de más de 7,5 millones de años durante un período que arrancó en el límite entre el Mioceno superior y el Plioceno. Aunque las últimas erupciones datan de hace entre 14.000 y 5.000 años, no se consideran extintos, porque para ello deberían pasar otros 5.000 años de inactividad.

Mapa volcánico de Castilla-La Mancha
Mapa: NGM-E; Planet Observer / Age Fotostock

«Estos volcanes se formaron a partir de magmas alcalinos que emergieron a la superficie a consecuencia de erupciones de baja explosividad, de tipo hawaiano y estromboliano», dice el geógrafo Rafael Becerra, investigador de GEOVOL (Grupo de Investigación en Geomorfología, Territorio y Paisajes en Regiones Volcánicas de la Universidad de Castilla-La Mancha) junto con Rafael Ubaldo Gosálvez, director del grupo, y Estela Escobar. Las erupciones arrojaron piroclastos –fragmentos de lava de diferentes tamaños– y flujos de lava que formaron distintas morfologías, como conos de piroclastos y conos de escorias. «También produjeron eventos explosivos de carácter hidromagmático –explosiones que ocurren cuando el magma y el agua subterránea entran en contacto– que generaron lo que se denomina maares –cráteres anchos y poco profundos– y flujos piroclásticos compuestos de gases y materiales sólidos», añade Gosálvez.

Pitón volcánico de Cancarix situado en Albacete surgido hace entre 8,3 y 6,5 millones de años
Foto: J. M. Barres / AGE Fotostock

Gracias al trabajo de GEOVOL, que ha dado a conocer al mundo los valores paisajísticos asociados al vulcanismo de Castilla-La Mancha, el Campo de Calatrava aspira hoy a ser un geoparque mundial de la Unesco, lo que, en palabras de Estela Escobar, «permitiría formar parte de las redes internacionales de conservación y protección de la naturaleza asociadas a esa denominación, y poner a los volcanes en el foco de un modelo de gestión económica y territorial sostenible».

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Este artículo pertenece al número de Agosto de 2022 de la revista National Geographic.

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