Para una polilla o una mariposa, las gotas de lluvia tienen el tamaño de un balón de fútbol, pero sus alas les ofrecen protección frente a los aguaceros: una especie de armadura que acaba con las gotas. Para estudiar esa superficie «superhidrófoba», un equipo de la Universidad Cornell se valió de una cámara de alta velocidad para tomar imágenes de las gotas de agua al estrellarse contra las alas de las polillas. Constataron que estas poseen un revestimiento ceroso que expande la gota, y también unos diminutos salientes que después la perforan y la convierten en gotas más pequeñas, que finalmente acaban por dispersarse. Según los expertos, ese sistema podría servir para desarrollar sustancias repelentes al agua más eficaces.

Este artículo pertenece al número de Febrero de 2021 de la revista National Geographic.

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