El virus impacta en las marismas

En las aisladas marismas del Guadalquivir, la pandemia ha hecho aún más difícil la vida de sus habitantes.

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Eva van den Berg
Eva van den Berg

Periodista especializada en ciencia y naturaleza

El fotógrafo español Aitor Lara ha obtenido una de las becas del COVID-19 Emergency Fund for Journalists que National Geographic Society concede a periodistas, fotógrafos, camarógrafos, cartógrafos y cineastas para reflejar la realidad de la pandemia en sus territorios. Su trabajo, The Isolated Marsh, retrata el día a día de los habitantes de las marismas del bajo Guadalquivir, una población diseminada en pequeños poblados y comunidades aisladas, como Puebla del Río, Alfonso XIII o Isla Mayor. Hombres y mujeres que durante el estado de alarma salieron a diario a asegurar un suministro alimentario esencial para la supervivencia del resto del país.

Las marismas del Guadalquivir engloban el Espacio Natural de Doñana y unas 38.000 hectáreas de zona arrocera, un cultivo que, junto con la pesca del cangrejo americano, es la principal actividad económica de la población local.

En las marismas del Guadalquivir, Aitor Lara ha retratado la esencia de un territorio complejo en el que la covid-19 ha azuzado aún más las precarias condiciones de vida.

«He querido plasmar la realidad de un territorio hostil y la dureza del trabajo en el campo, en el que la pandemia ha endurecido las difíciles condiciones socioeconómicas de desempleo e inequidad», dice el fotógrafo. Además del impacto del coronavirus, el cambio climático y la falta de agua, el verano de 2020 trajo consigo un brote de virus del Nilo, enfermedad transmitida por mosquitos.

«El temor a la transmisión del coronavirus y la restricción de la movilidad han aumentado la sensación de aislamiento en estas comunidades», añade Lara. La pandemia, asegura, ha puesto aún más al descubierto la complejidad de esta tierra condicionada por el manejo de los recursos hídricos y las actividades agrícola y ganadera en una zona muy protegida por su enorme valor medioambiental. Sus imágenes ayudan a ensamblar la realidad de una comunidad rural apegada a sus tradiciones que se enfrenta a una difícil encrucijada.

Foto: Aitor Lara

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Carmen, jornalera del municipio sevillano de Isla Mayor, quema pasto en las tablas de arroz cerca del Poblado de Alfonso XIII después de cosechar su propio campo.

Foto: Aitor Lara

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Leire, de 7 años, sufre un glioma óptico que le ha causado pérdida total de visión. Sus defensas son muy bajas y, para evitar contagios, durante la pandemia no ha acudido a la escuela ni su padre ha ido a su lugar de trabajo.

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Foto: Aitor Lara

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Una avioneta siembra arroz a principios de junio, mientras un jornalero nivela una tabla de arroz cerca del Poblado de Alfonso XIII.

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Foto: Aitor Lara

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La Cañada de los Pájaros, una reserva privada de aves acuáticas situada en el entorno de Doñana donde una pareja de biólogos –Plácido Rodríguez y Maribel Adrián– realiza programas de cría en cautividad de especies amenazadas, se ha visto muy afectada por la falta de visitantes.

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Foto: Aitor Lara

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Un matrimonio de agricultores jubilados posa en su casa de Alfonso XIII, donde han permanecido aislados por la pandemia.

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Foto: Aitor Lara

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Un hombre pesca con artes tradicionales en las marismas del Guadalquivir.

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Foto: Elliot Ross

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Lea Vicens, rejoneadora, criadora y domadora de caballos de pura raza lusitanos y españoles, ha visto cómo la COVID-19 ha afectado a su sector, con unas consecuencias socioeconómicas devastadoras. Para sobrellevar la situación, ha abierto su finca en el entorno de Doñana al turismo rural.

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Foto: Aitor Lara

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Francisco Crespo, mayoral de la finca de los Peralta, en Puebla del Río. La explotación está dedicada al arroz y la ganadería de caballos cartujanos y españoles y de toros bravos, sector que está sufriendo el mayor impacto de su historia. La COVID-19 ha paralizado corridas y festejos, obligando a sacrificar casi todas las cabezas.

Este artículo pertenece al número de Julio de 2021 de la revista National Geographic.