«Es un lugar casi irreal, imposible de ubicar». Así define Laurent Ballesta el paisaje volcánico que encontró en pleno Mediterráneo, frente a la costa de Panarea, al norte de Sicilia (ver artículo Volcanes Submarinos). Allí, a 80 metros de profundidad, emerge un panorama extraordinario: chimeneas formadas por efecto de los gases calientes que escapan de una inmensa cámara magmática por respiraderos submarinos y cristalizan en contacto con el agua fría. Cuando las chimeneas dejan de expeler gas, se erosionan, creando una atmósfera efímera. Ballesta lo describe como «un testimonio conmovedor, porque el escenario submarino que hoy capto con la cámara probablemente mañana no exista».
Pero en ese entorno hostil, «la vida siempre logra abrirse paso. Al pie de las chimeneas encontramos alfombras microbianas, algas, babosas de mar y gusanos platelmintos». Para estudiar los primeros pasos de estos ecosistemas en desarrollo, los buzos tomaron muestras biológicas y gaseosas durante más de una hora en unas aguas que rondaban los 15 °C. Tardaron más de tres en volver a la superficie, dosificando el ascenso para evitar el síndrome de descompresión, tanto el suyo como el de los tubos de ensayo, que purgaban cada 5 o 10 metros.
El contraste entre la potencia de los volcanes y una vida tan vulnerable como tenaz impresionó a Ballesta: «Ver esas fuerzas titánicas en acción y comprobar con qué tesón peleaban aquellas criaturas diminutas es una verdadera lección que desmiente por completo el discurso de "la fragilidad de la naturaleza"». En realidad, dice, la naturaleza es increíblemente robusta, a diferencia de los seres humanos. «Bucear al pie de un volcán tan destructivo te hace comprender lo vulnerables que somos».
Este artículo pertenece al número de Junio de 2023 de la revista National Geographic.