Al son del pungi, un instrumento de viento originario de la India, los encantadores de serpientes hacen bailar a estos reptiles como si los hubieran hipnotizado. Sin embargo, la realidad apunta a que estos ofidios no se amansan con la música, sino que actúan a la defensiva ante los movimientos del intérprete.
Con sus llamativos turbantes, sus peculiares flautas y sus cestas de mimbre, los encantadores de serpientes han sido tradicionalmente muy populares en el subcontinente indio y en otras regiones del Sudeste Asiático, de Oriente Medio y del norte de África por sus espectáculos, así como por su labor como curanderos. Su destreza incluso se menciona alegóricamente en la Biblia: «Pervertidos están desde el seno los malvados, extraviados desde el vientre los hipócritas; tienen veneno como veneno de serpiente, como el de un áspid sordo que se tapa el oído, que no oye la voz del encantador, del mago experto en encantamientos» (Salmos 58: 4-6). Pese a todo, la práctica del encantamiento tiene trampa: la música no sirve para controlar el comportamiento de los ofidios, sino solo para distraer al público.
Pero ¿pueden las serpientes oír las melodías de esos instrumentos? Para empezar, no tienen oído externo ni tímpanos, aunque no son sordas como se cree popularmente. Perciben las vibraciones del suelo a través de la mandíbula, que está conectada al oído interno mediante un huesecillo del oído medio (denominado columela auris), y envían esas señales al cerebro. Ahora bien, ¿pueden oír las notas transmitidas por el aire? Estudios recientes han probado que algunas serpientes son capaces de detectar frecuencias tanto terrestres como aéreas a través del oído interno mediante las vibraciones de la mandíbula y también a través de la superficie de su cuerpo. Esto las haría, en principio, más sensibles a los tonos graves.
Oigan o no las notas emitidas por el pungi, en realidad no se mueven al ritmo de la música: responden más al estímulo visual que al sonido. Cuando el encantador abre la cesta, la respuesta de la serpiente, en especial de las cobras, es mantenerse erguida y seguir el movimiento del instrumento con la cabeza, de un lado a otro, para no perder de vista el objeto amenazante. Si la flauta se balancea, ella responde del mismo modo, atenta, con la boca abierta y emitiendo silbidos intimidatorios, aunque en general es reacia a atacar.
Para evitar mordeduras, a menudo les quitan los colmillos, las glándulas venenosas o incluso les cosen la boca, con lo cual las serpientes quedan desprovistas de su mayor defensa frente a los depredadores y de su único instrumento para cazar. Por esta y otras razones, en algunos países como la India los espectáculos con serpientes, pese a que constituyen una imagen icónica, están prohibidos desde hace años. Los Gobiernos tratan de integrar en la sociedad a los encantadores de serpientes con programas de trabajos alternativos, por ejemplo, eliminar plagas de las casas o trabajar en granjas donde se extrae el veneno para que la industria farmacéutica produzca antídotos, tan necesarios en un país donde unas 50.000 personas mueren al año por mordeduras de serpiente.
Este artículo pertenece al número de Enero de 2021 de la revista National Geographic.