En Shilong, una aldea de la provincia china de Yunnan, todo es bullicio este 23 de julio. El fotógrafo Gilles Sabrié captó esta escena: en mitad de la plaza, los hombres erigen una antorcha gigante hecha con tablas y ramas de pino y decorada con globos y guirnaldas de colores. La quemarán por la noche, tras recitar oraciones y jaculatorias acompañadas de ofrendas. Es el día del festival de la Antorcha, un acontecimiento tan importante como el Año Nuevo para las minorías yi y bai, que celebra la inminente cosecha.

 

Sabrié estuvo a punto de perderse aquella velada tan crucial. Ni siquiera estaba seguro de que fuese a celebrarse. «La COVID-19 todavía hacía estragos, y el año anterior se había suspendido la celebración. La otra cuestión era dónde acudir. Esta fiesta se celebra en centenares de poblaciones de la región», recuerda. Durante días investigó junto con su ayudante, una amiga de Yunnan, hasta que dieron con el lugar adecuado.

«Algunas poblaciones turísticas promocionaban espectáculos que sin duda serían interesantes desde el punto de vista visual, pero con una orientación comercial que podía distorsionar su significado –explica–. La víspera del gran día descubrimos Shilong, fuera del circuito más trillado. Tenían planeada la celebración y, lo que es más importante, nos recibieron con los brazos abiertos: en cada casa, en cada granja insistían en que cenásemos con ellos». Encontraron la autenticidad que buscaban. «Esta imagen es un tesoro –subraya el fotógrafo–. Plasma la perennidad de las tradiciones aun en mitad de la urbanización, la modernización y la estandarización cultural del país».

Este artículo pertenece al número de Agosto de 2023 de la revista National Geographic.

 

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