Algunos fabricantes se replantean sus ciclos energéticos, desde la fábrica hasta el punto de venta, y hacen público su «balance de carbono». Otros innovan por la senda de la economía circular. ¿Son estas primeras acciones representativas del conjunto de la actividad relojera? ¿Podemos hablar de la emergencia de una conciencia ecorresponsable o se trata más bien de actividades inconexas en busca de impacto mediático?

La clientela actual, mejor informada que nunca, exige acciones concretas y una transparencia total, algo que todavía no parece generalizado en la totalidad del sector relojero. Tanto es así que el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ya recomendaba en 2019 «evitar la compra de relojes y joyas» como única manera de preservar los recursos de nuestro planeta. El informe «Una transición preciosa: exigir más transparencia y responsabilidad en el sector de la relojería y la joyería» cayó, con toda justificación, como una bomba mediática.

Las actitudes están cambiando y el sector relojero no tiene más remedio que mover ficha. «Hace unos años bebíamos champán con nuestros clientes en los eventos. Hoy vamos con ellos a limpiar playas», ironizaba hace poco el codirector general de una marca relojera con sede en Hölstein, Suiza.

Reciclaje de materiales
De izquierda a derecha: Shutterstock/Shutterstock; Claire Adams/ShutterStock

Actualmente impera la reutilización de materiales, como la fibra de vidrio, la fibra de lino y el corcho (de izquierda a derecha). 

Reutilización de materiales
De izquierda a derecha: Oleksandr Lytvkenko/Shutterstock; Giovanni Bortolan/Getty Images; Hans Barten /Getty Images

Otros materiales reciclados son las redes de pesca, el polietileno reciclado y el caucho (de izquierda a derecha). 

Para el experto Oliver R. Müller, fundador de LuxeConsult, «a la hora de modificar las actitudes no hay nada más poderoso que la presión de los compradores potenciales», que además cuentan con el apoyo activo de ciertas ONG empeñadas en «denunciar la obtención poco ética de materiales cuestionables por su baja reciclabilidad o por su origen. Y es que utilizar materiales reciclados, pero que deban transportarse miles de kilómetros, quizá no sea la vía más inteligente de reducir la huella de carbono».

En 2008 un fabricante de Le Brassus se convirtió en el primer centro industrial suizo en recibir la codiciada certificación Minergie-Eco. «Ahora que el riesgo de escasez energética toma visos de realidad, nos damos cuenta de que nuestros predecesores fueron unos visionarios –declaran desde su departamento de responsabilidad social corporativa–. Hoy los alcances 1 y 2 representan menos del 5 % de nuestras emisiones industriales». Es decir, las emisiones de gases de efecto invernadero generadas de manera directa (alcance 1) o indirecta (alcance 2) por los centros de producción de la marca son marginales. Otros fabricantes también quieren reducir sus facturas invirtiendo en la instalación de paneles fotovoltaicos.

Nuevo material
© Ulysse Nardin

La start-up francesa Fil & Fab está en el origen de Nylo, un granulado de poliamida 6 fabricado cien por cien a partir de redes de pesca recicladas, que tiene múltiples aplicaciones ya probadas en la industria relojera.

A pesar de estos esfuerzos, el resto de las emisiones no relacionadas con la producción (alcance 3) suelen requerir la intervención experta de empresas especializadas y certificadas, como My Climate, que afirma haber compensado 13,4 millones de toneladas de CO2 y creado alrededor de 20.000 empleos. El centro de estas actividades lo ocupa la plantación de miles de árboles que, con su capacidad de absorción de CO2, contrarresten las emisiones del transporte aéreo y terrestre, por ejemplo. Es el caso de una marca de relojes de Schaffhausen que financia el «Bosque Metropolitano», otro proyecto urbano destinado a crear un cinturón forestal de 76 kilómetros de largo en torno a la capital de España.

La neutralidad de carbono afecta, pues, tanto a los tipos de energía necesarios para el buen funcionamiento de las fábricas como a la elección de los medios de transporte que llevan los materiales a la industria y los productos a los clientes. Y son muchas las voces que exigen la minimización de esos trayectos. En teoría, el abastecimiento local reduce drásticamente la contaminación emitida por el transporte: dicho de otra forma, siempre es mejor comer fruta de temporada que cerezas de enero a diciembre.

La empresa suiza Panatere ha desarrollado un método único de producción de acero reciclado recuperando residuos locales de fábricas relojeras o médicas: fundir esos metales en un horno solar de concentración. En palabras de Liselotte Thuring, responsable del proyecto de sostenibilidad de Panatere, «nuestro modelo permite prescindir de comprar energía para perpetuar una producción de proximidad». El primer horno, que estará operativo a finales de este año, producirá 400 toneladas anuales de acero de reciclaje local, reduciendo así, según calcula la marca, «en 164 veces el impacto de CO2 en comparación con la fundición tradicional».

Salta a la vista que los fabricantes de relojes se toman muy en serio su «ecorresponsabilidad», sea por necesidad o por convicción. Sin embargo, cuesta distinguir entre medidas estructurales e ideas de cara a la galería, incluso meros efectismos publicitarios. La opacidad sigue siendo demasiado frecuente.

Para tratar de disipar esa espesa niebla, a partir del 1 de enero de 2024 la Unión Europea exigirá a todas las empresas de más de 250 empleados la publicación de una «directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad». Las empresas relojeras, conscientes de estas cuestiones están mejor preparadas que sus competidores. Hace más de una década que una famosa marca de relojes y joyas adoptó un enfoque transparente, garantizando la trazabilidad del oro que utiliza en sus artículos. Esta empresa independiente identificó muy pronto el origen de su materia prima. De la mina a la tienda, la trazabilidad se ha convertido en una información esencial. Al adherirse a la SBGA (Swiss Better Gold Association), la marca satisface parte de su demanda de oro en Colombia, comprándoselo a los «barequeros». Estas buscadoras de oro, un gremio femenino, trabajan sin utilizar mercurio, recurriendo a los métodos tradicionales.

Otras leyes prohíben el uso de sustancias nocivas para la salud del consumidor. Así, la Unión Europea ha reducido al 0,05 el porcentaje autorizado de plomo en las aleaciones de latón, una medida drástica cuyo cumplimiento todavía parece costar a los relojeros. Desde el departamento jurídico de la Federación Suiza de Relojería, Raphaël Schwarz explicaba recientemente que «por las dificultades técnicas de mecanizar ciertos componentes, y teniendo en cuenta que los consumidores no están expuestos a ellos, se ha concedido una exención para las piezas inaccesibles del reloj». Esta exención «deberá levantarse en cuanto se disponga de una alternativa técnica y económicamente razonable, aunque en vista de los procedimientos legislativos no esperamos que la exención se levante antes de 2028. Lo que sí se espera es que las marcas lleven a cabo esa transición mucho antes de que entre en vigor la obligación legal. De hecho, ya hay en marcha varios proyectos de investigación conjunta para encontrar alternativas, con resultados que ya parecen prometedores».

La contaminación de los entornos marinos se acelera a un ritmo alarmante. De los 300 millones de toneladas de plástico que se producen cada año, entre 8 y 12 acaban en el fondo del mar, lo que equivale a verter un camión de reciclaje cada minuto.

Para intentar poner freno a esta lacra, una start-up bretona se ha centrado en las redes de pesca, responsables del 15 % de la contaminación oceánica. El desarrollo de Nylo, una poliamida 6 reciclada a partir de redes de pesca usadas, evita la producción de nuevos plásticos, y ya está utilizándose en varias correas de reloj.

Minería sostenible
©César Nigrinis/Minenergí

Las mujeres de las comunidades colombianas de «barequeros» siguen un modelo de minería sostenible: extraen la tierra con oro de forma artesanal y lo separan utilizando hojas, tallos y raíces que crecen a la orilla del río. Forman parte de un proyecto social para compensar a las comunidades donde se extraen recursos finitos.

La solución también puede venir de los materiales orgánicos. El aceite de ricino, por ejemplo, ya se usa mezclado con fibra de vidrio para hacer cajas de reloj.

Por último, otros fabricantes están explorando tecnologías fotovoltaicas adaptadas al mecanismo del reloj. Una serie de microsensores instalados bajo la esfera permiten almacenar energía para varios años de vida útil, una hazaña tecnológica que reduce el consumo de pilas de los modelos de cuarzo, otra fuente de preocupación medioambiental.

El desarrollo sostenible ya no es una cuestión de «si», sino de «cuando». Por imperativo legal, como resultado de la toma de conciencia de la población o por el deseo de atraer a las nuevas generaciones, el sector relojero debe actuar rápido y sin demora.

Reloj de pulsera solar
Gregul/Istock

Los fabricantes de relojes exploran no solo nuevos materiales, sino también nuevas tecnologías fotovoltaicas para adaptarlas al sector. Este reloj de pulsera, cuyo mecanismo interno funciona con células solares, es ejemplo de ello, una verdadera hazaña tecnológica que reduce el consumo de pilas.

Relojería ecorresponsable
Foto e ilustración: Shutterstock

Desde la óptica de la economía circular, el mercado de segunda mano se perfila de pronto como una vía convincente, a pesar de que, como recuerda Fabienne Lupo, fundadora de Re-Luxury y expresidenta de la Fundación de la Alta Relojería, «los baby boomers y la generación X siguen viendo con malos ojos los relojes de segunda mano, que todavía asocian a la mala calidad o a la falta de recursos para comprar artículos nuevos. Al contrario, los millennials [nacidos entre 1981 y 1996] y la generación Z [nacidos entre 1997 y 2010] creen que comprar artículos nuevos es una irresponsabilidad». Lo confirma un reciente estudio publicado por Deloitte: el 48 % de los millennials y el 37 % de los miembros de la generación Z «se muestran abiertos a adquirir un reloj de lujo de segunda mano en los próximos 12 meses».

A corto plazo, podemos apostar a que los fabricantes serán legalmente responsables no solo de las actividades previas a la venta («de la mina a la tienda»), sino también de las posteriores. La segunda mano se abriría entonces como un engranaje más de la sostenibilidad. La prueba es que se están creando departamentos internos de gestión de stocks de relojes usados que buscan certificarlos según las normas de calidad para darles una segunda o una tercera vida. En la economía circular, ecorresponsabilidad y segunda mano son manecillas que avanzan sincronizadas.

Este artículo pertenece al número de Junio de 2023 de la revista National Geographic.

 

 

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