Los corales duros tropicales inician su vida sin un hogar. Las brillantes larvas de los corales, llamadas plánulas, flotan a la deriva en la superficie del mar hasta que descienden al fondo en busca de un hábitat adecuado. Solo si el lugar es perfecto se convertirán en pólipos y formarán los exoesqueletos que se acumulan durante siglos hasta generar un arrecife.

La Unesco predice que si no se reducen las emisiones de CO2, el aumento de la temperatura y la acidificación de los océanos acabarán con los arrecifes de coral antes de que acabe este siglo. La bióloga marina Abigail Engleman se ha propuesto desentrañar el secreto del hábitat coralino para poder restaurar arrecifes. «La estructura es un factor primordial en las funciones de los arrecifes», explica, por su protección frente a los depredadores y la radiación UV, y por la optimización del flujo de agua y los nutrientes. Para dar con la morfología ideal, creó arreci-fes para los corales asta de ciervo en el tramo beliceño del Arrecife Mesoamericano.

Abibail Engleman
Foto: Rebecca Hale/NGM

Con técnicas de cartografía fotogramétrica, hizo un modelo 3D a partir de imágenes para revelar la complejidad estructural de las hendiduras, pendientes y texturas del arrecife. Luego imprimió en 3D réplicas en plástico de los corales –24 a tamaño real y 24 en miniatura– y las acopló a unas baldo-sas texturadas de 25 centímetros hechas de aragonito, que colocó, junto con otras 24 baldosas sin réplicas, a tres metros de profundidad.

Un año después recuperó las 72 baldosas, todas ellas con algún tipo de asentamiento coralino. Futuros análisis demostrarán qué réplicas atrajeron más asentamientos y ayudarán a reparar los arrecifes dañados. «Los corales son más inteligentes de lo que pensamos», dice Engleman. Tienen un pequeño margen para mudarse a una ubicación mejor.

Engleman también prevé usar imágenes de satélite y tecnología 3D para crear un mo--delo de todos los arrecifes del planeta, que permitiría observar las transformaciones morfológicas a lo largo del tiempo.

Este artículo pertenece al número de Marzo de 2020 de la revista National Geographic.

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