Mientras vadeaba las lagunas someras del archipiélago que hace millones de años ocupaba Europa, es muy posible que un dinosaurio del tamaño de una gallina se valiese de sus escamas sensoriales caudales, parecidas a las de los actuales cocodrilos, para buscar peces. Localizado en lo que hoy es Alemania, el único fósil conocido de Juravenator starki conserva tejidos blandos y, según revela un nuevo estudio, la piel de la cola presenta un patrón de escamas muy característico.

La ciencia supuso durante mucho tiempo que las escamas de los dinosaurios eran meras cubiertas protectoras, pero en realidad «son órganos superadaptados que cumplen múltiples funciones», afirma el paleontólogo Phil Bell, uno de los autores del estudio. Cuando Bell y el coautor Christophe Hendrickx vieron los anillos concéntricos en las escamas debajo de la cola, sospecharon que aquel inusual patrón era un efecto de la preservación del fósil. Sin embargo, posteriores exámenes revelaron una marcada semejanza con las escamas de los cocodrilos modernos, que, apunta Bell, «son prácticamente inconfundibles. Su construcción es aparentemente idéntica a la que observamos en Juravenator».

El único fósil conocido del pequeño dinosaurio Juravenator starki ha dado lugar a una nueva teoría: que este y quizás otros dinosaurios pudieron tener órganos sensoriales caudales.
Foto: Helmut Tischlinger, Museo Jurásico de Eichstätt

Los cocodrilos utilizan estas escamas sensoriales para detectar el movimiento de sus presas, entre otras cosas; hoy los expertos creen que el sentido del tacto debía de ser imprescindible para los dinosaurios. El espécimen, de 150 millones de años de antigüedad, presentaba unos ojos relativamente grandes, lo que podría indicar que era nocturno, «de manera que las habilidades sensoriales capaces de compensar las condiciones de baja luminosidad serían todavía más esenciales», dicen los autores del estudio. Este tipo de estrategia de caza casa con un entorno de lagunas someras y aguas costeras de la Europa jurásica, afirman.

«Si queremos conocer la biología y la conducta de animales extintos, el estudio de sus esqueletos no es suficiente –dice Caleb Brown, conservador de dinosaurios del Real Museo Tyrrell de Canadá, que no participó en el nuevo estudio–. Cuando una preservación excepcional nos revela detalles de la piel, logramos asomarnos a un mundo completamente diferente».

Este artículo pertenece al número de Junio de 2021 de la revista National Geographic.

Más Sobre...
Dinosaurios