En cuestiones de sexo, la serpiente marina oliva suele pasarlas canutas. Estos reptiles supervenenosos tienen muy mala vista, y más de una vez se ha comprobado que los machos confunden pepinos de mar, trozos de cabos sueltos e incluso aletas de submarinistas con posibles parejas. Cuando un macho localiza por fin a una hembra, le pide consentimiento empujándole ligeramente la cabeza. La respuesta suele ser un no, lo que le obliga a reanudar la búsqueda de pareja.
Pero si la hembra acepta la proposición, el macho debe encontrar el modo de insertarle uno de sus dos penes en la cloaca, algo que para una criatura que no ve tres en un burro y carece de extremidades es «bastante peliagudo», dice Claire Goiran, bióloga marina de la Universidad de Nueva Caledonia experta en serpientes marinas. Los machos se enroscan alrededor de sus parejas y se dedican a retorcerse y contonearse hasta que todo encaja: como consecuencia, el apareamiento submarino de esta especie puede durar horas. Así que cuando la hembra sale a la superficie para tomar aire, arrastra consigo a su compañero… por el pene. Una más de las indignidades que soporta con tal de transmitir sus genes.
HÁBITAT/ÁREA DE DISTRIBUCIÓN
Las serpientes marinas olivas viven en la costa norte de Australia y en aguas del sur de Nueva Guinea. Pasan la mayor parte del tiempo en arrecifes de aguas someras, pero se han visto a más de 100 metros de profundidad
Este artículo pertenece al número de Julio de 2023 de la revista National Geographic.