Un año antes de que la edición española de National Geographic iniciase su andadura, la sede de la FAO en Roma acogió durante cinco días a representantes de 185 países para debatir el que ya entonces se consideraba uno de los retos más acuciantes del momento: erradicar el hambre en un mundo que por entonces albergaba unos 5.800 millones de personas. Era el mes de noviembre de 1996 y la FAO declaraba: «Consideramos intolerable que más de 800 millones de personas de todo el mundo, y en particular de los países en desarrollo, no dispongan de alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades nutricionales básicas. Esta situación es inaceptable». El objetivo de aquel encuentro era establecer las líneas maestras para reducir el número de personas desnutridas a la mitad en 2015.

«¿Podremos producir suficiente comida para todos? ¿Lograremos hacerlo de un modo sostenible?», planteaba el artículo que publicábamos en el número de mayo de 2014 de la Geographic, uno de una serie de reportajes sobre este desafío colosal que afrontaba nuestro planeta. Pero los datos que la FAO hizo públicos en 2020 indican que hoy la cifra de hambrientos es similar a la de 1996: entre 720 y 811 millones de personas pasan hambre en un planeta en el que, eso sí, la población ha aumentado en dos mil millones. La pandemia de la COVID-19 no ha hecho sino complicar aún más la fallida consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2, que persigue el hambre cero para 2030. En comparación con 2019, y tras cinco años sin apenas variaciones, en 2020 ha habido unos 46 millones de personas desnutridas más en África, 57 millones en Asia y unos 14 millones en América Latina y el Caribe: en total, 117 millones más.

A lo largo de estos 25 años, en National Geographic hemos publicado diversos reportajes sobre el desafío que supone alimentar a una población mundial que va en aumento.
Foto: National Geographc

Es el caso del informe especial publicado en portada en mayo de 2014 sobre cómo alimentar a 9.000 millones.

«Sin duda en este cuarto de siglo se han hecho grandes avances en lo concerniente a la tecnología y productividad agrícolas, han aumentado también las prácticas respetuosas con el medio ambiente y se da una mayor ingesta de alimentos más saludables en los países desarrollados. Pero el progreso es claramente insuficiente», afirma Jordi Salas-Salvadó, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad Rovira i Virgili (URV) y miembro de la Red de Expertos de la Agencia de Salud Pública de Cataluña. Además del increíble desafío que conlleva acabar con el hambre en el mundo, dice, «no olvidemos que el sector de la alimentación es responsable de la emisión del 30 % de los gases de efecto invernadero. Todo el proceso (producción, transporte, procesado y consumo) genera graves desequilibrios en el medio ambiente. Hoy al consumidor lo que le interesa es comprar al precio más barato posible, en el cual el coste real del proceso no está imputado. La superpoblación es un problema, pero no el único. Debemos alcanzar prácticas sostenibles y dietas menos carnívoras; comer de forma saludable sin dañar el medio ambiente».

En los países desarrollados, añade el experto, los ciudadanos hablan constantemente de tóxicos y pesticidas. Sin embargo, comemos con mayor seguridad que nunca gracias a un restrictivo marco legal europeo que se consolidó tras la crisis alimentaria de las vacas locas de 1996. Eso sí: hoy comemos peor que entonces. «El modelo de la dieta mediterránea está en declive, cada vez se comen más productos procesados, grasas saturadas y un exceso de sal y de azúcar. Los españoles ingieren el doble de sal de lo que deberían y un exceso de azúcar añadido. Una mala alimentación que ha desatado un grave problema de obesidad y enfermedades cardiovasculares en todo el mundo». La adquisici��n de estos malos hábitos se ha venido gestando en las últimas décadas, durante las cuales el estilo de vida ha cambiado mucho. Un hecho al que aludía un estudio de 2015 sobre la alimentación y sociedad en la España del siglo XXI encargado por MAPFRE a un grupo de investigadores en nutrición de la Universidad CEU San Pablo, de Madrid: «La aparición de las grandes superficies comerciales en los años noventa, la incorporación de la mujer al mundo laboral, la crisis económica o la implantación de las cadenas de comida rápida en nuestro país parecen haber desencadenado cambios en nuestra forma de comprar, comer y consumir. Todos los indicios apuntan a que el patrón saludable de la dieta mediterránea pierde terreno frente a otras formas de consumo, especialmente entre los más jóvenes». Una tendencia quizá suavizada por la aparición de movimientos al alza como el vegetarianismo o el veganismo, aunque la ingesta de este tipo de alimentos no asegura la salud individual si están cargados de azúcar, sal o grasas saturadas.

Añade Salas-Salvadó que hoy, gracias a la epigenética –el estudio de los cambios que se dan en la función de los genes sin alterar la secuenciación del ADN y que son hereditarios– sabemos que la alimentación puede modificar no solo nuestra genética, sino también la de nuestros hijos y nietos. Somos responsables de nuestra salud, pero también de la de nuestros descendientes. Los retos que entraña alimentar a la humanidad nunca fueron tantos y tan complejos.

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Este artículo pertenece al número de Agosto de 2022 de la revista National Geographic.