Por lo visto, el destino de la humanidad es no dejar nunca de escribir la historia de las pandemias. Al margen de la frecuencia con que nos azoten –y es mucha–, nos negamos a pensar en ello hasta que no tenemos más remedio. Después, cuando lo más acuciante de la crisis queda atrás, nos falta tiempo para pasar página. Y el siguiente contagio –en este caso la COVID-19– nos sorprende otra vez tan mal preparados como siempre.

Richard Conniff analiza este alarmante ciclo en el artículo de este mes «Cómo nos cambian las pandemias». En él examina nuestra ya larga relación con las enfermedades infecciosas, desde las crudas lecciones que hemos aprendido a la fuerza hasta los personajes valientes que han arriesgado la vida para salvarnos.

La viruela nos enseñó que podíamos prevenir enfermedades mediante la inoculación y, en las postrimerías del siglo XVIII, la vacunación. A mediados del siglo xix el cólera nos dio una lección sobre la higiene y la necesidad de disponer de sistemas de alcantarillado y saneamiento del agua. En la misma época, dos hombres, Louis Pasteur y Robert Koch, se convertían en los padres de la teoría de los gérmenes. Utensilios creados por ellos se siguen usando hoy para identificar y combatir un abanico asombrosamente amplio de patógenos mortíferos que han causado algunas de las dolencias más aterradoras que ha conocido la humanidad, como el cólera y la tuberculosis.

Y sin embargo aquí estamos, luchando por enésima vez en dos frentes: el primero, contra un coronavirus que barre el planeta con efectos devastadores; el segundo, contra nosotros mismos, enfrentados por políticas nacionales e internacionales y discutiendo si estamos dispuestos a pagar el precio de la prevención. En palabras de Conniff: «¿Aceptará una sociedad que apenas cuestiona el gasto para prevenir conflictos armados que se destine un cantidad mucho mayor a la prevención de enfermedades epidémicas?».

Esta es una pregunta importante para nuestro planeta. Mientras debatimos, la siguiente pandemia se va gestando.

Gracias por leer National Geographic.

Este artículo pertenece al número 472 de la revista National Geographic.

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