El árbol más alto del Real Jardín Botánico es un olmo del Cáucaso (Zelkova carpinifolia). Nada menos que 40 metros de altura alcanza este ejemplar centenario originario de las montañas del sudoeste de Asia y cuya especie fue introducida en Europa en el siglo XVIII. El más antiguo es un ciprés común (Cupressus sempervirens) de 250 años. Otro ejemplar emblemático es el singular olmo (Ulmus minor) conocido como Pantalones por la forma de su tronco; es uno de los olmos más antiguos de España y lucha contra la grafiosis, una enfermedad fúngica que ya ha causado la muerte de millones de ellos. Estas fueron las historias que, entre otros cientos de curiosidades más, descubrieron las 100 personas que asistieron a la Experiencia National Geographic para suscriptores celebrada el pasado 19 de septiembre mientras paseaban entre las más de 5.000 especies botánicas que contiene este espacio, una referencia mundial desde su fundación en el año 1755.
Foto: Sylvia Roig
Un grupo de suscriptores de National Geographic visitó el invernadero que alberga la colección de plantas del desierto.
Foto: Sylvia Roig
Con todo, el recorrido más especial fue el que hicieron después por «el jardín que no se ve», en palabras del biólogo Francisco Pando. Este investigador del CSIC y conservador de las colecciones del Real Jardín Botánico abrió, en exclusiva, los espacios de investigación del centro: las colecciones, los herbarios, el banco de semillas y el laboratorio. «Las colecciones científicas de este centro, que organizó las grandes expediciones botánicas a América, son el mayor repositorio de la historia de la biodiversidad en la Tierra a nivel mundial», señaló. Y es esta biodiversidad la que quiere preservar este museo vivo en el centro de Madrid que ese día desveló a los suscriptores sus valiosos secretos.
Este artículo pertenece al número de Noviembre de 2022de la revista National Geographic.