El dios de la abundancia de nuestro sistema solar esconde en su interior un tesoro inesperado: el enorme núcleo de Saturno, que supone hasta el 60 % de su diámetro. Medido recientemente y revelado por unas sutiles ondulaciones perceptibles en sus anillos, se cree que está compuesto de hielo, roca y gas, mezclados en una masa amorfa de bordes desdibujados.
«Es gigantesco –dice Chris Mankovich, investigador del Instituto Tecnológico de California y coautor de un estudio publicado en la revista Nature Astronomy–. Una sorpresa en toda regla».
Para escudriñar las entrañas de Saturno, los científicos recurrieron a sus anillos, que hacen las veces de sismógrafo y registran los vaivenes y las pulsaciones internas del gigante gaseoso. Descifrando ondulaciones muy sutiles, descubrieron que el núcleo no es el trozo separado y compacto de roca y hierro que se pensaba.
Ahora la ciencia debe determinar cómo pudieron formarse planetas gigantes del estilo de Saturno con núcleos tan grandes y desorganizados. Por si fuera poco complicado, el descubrimiento de este núcleo hace difícil explicar la presencia del campo magnético de este planeta, que presenta una singular simetría en contraste con la inclinación e irregularidad de los campos de la Tierra y de Júpiter.
Aunque inesperado, el resultado casa con los hallazgos de la nave Juno de la NASA, que apuntan a que el núcleo de Júpiter podría ser una mezcla de ingredientes igual de difusa.
En el futuro podrían utilizarse métodos idénticos para estudiar los anillos y los núcleos tanto de Urano como de Neptuno.
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Este artículo pertenece al número de Mayo de 2022 de la revista National Geographic.