Durante tres años, el iceberg conocido como A-68A, uno de los más grandes jamás registrados, flotó hacia la isla Georgia del Sur, un santuario prístino para pingüinos y focas. La ciencia dio la voz de alarma: si el iceberg encallaba en la plataforma costera de la isla, se producirían grandes daños y el acceso a las zonas de alimentación quedaría bloqueado. Pero al final las corrientes del llamado «corredor de los icebergs» escribieron un final feliz.
Este artículo pertenece al número de Mayo de 2021 de la revista National Geographic.