Amanece en la estepa mongola. La extensión de la planicie es colosal, parece que aquí cupiera un universo entero. En el horizonte se alzan imponentes cadenas montañosas y cumbres elevadas –algunas de ellas de más de 4.000 metros de altitud, completamente nevadas–, hogar de argalíes, íbices y esquivos leopardos de las nieves. Enormes rapaces sobrevuelan la planicie en busca de alguna presa: pájaros, conejos, marmotas, pikas, ratones… A lo lejos una manada de caballos salvajes galopa veloz y el estruendo se propaga por toda la llanura. Aunque la superficie de este país triplica la de España, aquí viven solo 3,3 millones de habitantes. De estos, casi la mitad reside en la capital, Ulán Bator. Es un territorio duro, con una climatología extrema y unos suelos pobres donde apenas el 2 % de la tierra es cultivable. Entre el 8 y el 10 % de su geografía está conformada por montañas y bosques, el resto son llanuras de pastos y desiertos. Como el de Gobi, que, ubicado en el sur, es una de las zonas desérticas más grandes del mundo.
Hoy, la intensa luz de la mañana ilumina, potente, este escenario de tintes primigenios. En la estepa destaca un ger, esa típica tienda de lona de planta circular que desde hace milenios (ya aparecen figuras de carros transportando gers en el arte rupestre de hace 4.000 o 5.000 años) constituye la vivienda tradicional que da cobijo a las familias nómadas de Mongolia.
Javier Corso
Un niño acude al ger, palabra que en mongol significa hogar, con un cordero en brazos. Esta casa móvil constituye la vivienda tradicional de Mongolia, donde prevalece la cultura nómada. Se trata de una estructura circular, con un entramado interior de madera, forrada con telas de fieltro y una gruesa lona. El marco de madera que señala la entrada es una de las partes más importantes de la estancia, siempre orientada al sur, y la superstición reza que pisarlo o dejar la puerta abierta trae mala suerte.
Del centro del ger emerge una chimenea humeante. Fuera, la mujer ordeña una vaca con cuya leche preparará el desayuno. Los niños recolectan estiércol seco para seguir alimentando la hoguera. Después de desayunar los hombres montan en sus caballos y se llevan a pastar a los animales, que les proporcionan alimento, lana y pieles: cabras, ovejas, vacas, caballos, yaks y, en menor medida, renos y camellos.
Aunque en estos tiempos el ger se ha modernizado ostensiblemente, el panorama difiere poco del que veríamos si retrocediésemos hasta la Edad del Bronce, que en Mongolia se desarrolló entre los años 3000 y 700 antes de nuestra era. Fue un período, explica la geoarqueóloga Natalia Égüez, investigadora en el Laboratorio de Micromorfología y Biomarcadores Arqueológicos (AMBI Lab) de la Universidad de La Laguna, en Tenerife, «en el que las sociedades nómadas antiguas afrontaron grandes transformaciones. Los mongoles, que en el Neolítico eran cazadores-recolectores, aprendieron a domesticar animales y se hicieron ganaderos a través del desarrollo del pastoreo montado. También fue a finales de ese período, ya en transición a la Edad del Hierro, cuando construyeron los primeros complejos funerarios ceremoniales».
Égüez, doctora en Ciencias Naturales por la Universidad de Kiel, Alemania, estudia los orígenes del pastoralismo nómada en Mongolia desde 2015, algo que no resulta sencillo porque aquellas comunidades en tránsito no dejaban huellas en el territorio, al menos perceptibles a ojo desnudo. Y es aquí donde entra en juego la especialidad de esta investigadora, ya que la geoarqueología resulta muy útil para desvelar rastros invisibles del pasado. Como ella misma explica, «esta disciplina aplica técnicas y métodos de las ciencias de la Tierra que hacen posible descubrir en los sedimentos todo aquello que no podemos ver a simple vista». Desde 2018, Natalia Égüez es Exploradora de National Geographic, lo que le ha permitido ampliar el rango de estudio en este país asiático.
Javier Corso
Munkhtsetseg, pastora nómada, se dispone a ordeñar al ganado vacuno al amanecer. Para las comunidades nómadas, esta es la primera actividad del día, y la llevan a cabo exclusivamente las mujeres. Con la leche prepararán el desayuno para toda la familia.
Son muchas las preguntas que con su trabajo de investigación busca responder. ¿Tuvo el clima algo que ver con el hecho de que se diera esa domesticación de animales que convertiría a aquellas sociedades en pastores montados? ¿Cómo se relacionaban entre sí los miembros de esas comunidades pastoriles ancestrales? ¿Qué rutas emprendían? ¿Viajaban varias familias juntas o lo hacían por separado? ¿Cómo se organizaron para forjar los primeros imperios nómadas en el siglo III a.C., que durante la antigüedad y la Edad Media, entre los siglos VI y XIII, dominarían toda la estepa asiática? ¿Qué impronta han heredado de ellos las sociedades seminómadas de la Mongolia actual y qué se ha perdido de su legado?
Mongolia, situada entre Rusia y China, tiene una superficie de 1,56 millones de kilómetros cuadrados. Aquí viven unos 3,3 millones de personas y casi 70 millones de cabezas de ganado.
La búsqueda de respuestas es la esencia de un proyecto científico internacional financiado por la Fundación Palarq y el Ministerio de Cultura y Deportes en el que, además de Égüez, participa una treintena de personas de distintas instituciones: el Museo Nacional de Mongolia, el Institut Català d’Arquelogia Clàssica de Tarragona, la Institución Milá i Fontanals de Investigación de Humanidades del CSIC, la Universidad Western Kentucky de Estados Unidos y la Universidad Oulu de Finlandia. La investigación de Égüez se centra hoy en dos contextos ecológicos distintos: la estepa boreal de Züünkhangai, en la Mongolia noroccidental, de ambiente alpino, y la estepa herbácea del valle de Khanul, desértica, en el centro del país. Esto le brinda la oportunidad de estudiar dos patrones climáticos diferentes.
Javier Corso
Un campeón local participa en el Naadam. Este festival tradicional mongol, de origen militar, fue inscrito en 2010 en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Se celebra cada año por todo el país durante el mes de julio y se centra en tres deportes, los llamados «tres juegos de los hombres»: la lucha, la carrera de caballos y el tiro con arco.
Uno de los lugares donde busca rastros es cerca de los conjuntos funerarios, los khirigsuurs, que los arqueólogos conocen tan bien. Datan de entre los años 1200 y 700 a.C. y en ellos se enterraba a un solo individuo. «Son grandes conjuntos circulares en cuyo centro se erige el túmulo funerario, rodeado por otros montículos que contienen cabezas y pezuñas de caballo, los horse head mounds –explica–. Junto a estos aparecen asociadas las pétreas estelas de ciervo (conocidas como Deer Stone Khirigsuur, o DSK) en las que hay grabadas representaciones de este animal y otras figuras, como el Sol y la Luna. Estos complejos funerarios rituales están esparcidos por todo el país, lo que indica que hubo un conocimiento compartido entre aquellos individuos y que quizá tuvieron que colaborar, creando una compleja red de relaciones sociales desconocida hasta entonces en la estepa oriental asiática». Algunos khirigsuurs tienen un diámetro de más de 250 metros, y muchos están protegidos por la Unesco, igual que numerosos conjuntos de petroglifos.
Pero aunque ese rico patrimonio aporta una información muy valiosa de aspectos de su vida, añade Égüez, «no nos revela la fotografía que buscamos: escenas de la vida cotidiana de aquellas familias, del manejo del ganado o del uso de combustible. Tampoco nos permite averiguar en qué condiciones climáticas surgió la domesticación».
Javier Corso
Los hombres compiten en las pruebas de lucha el espectáculo más seguido del Naadam; de su práctica han surgido algunos de los grandes campeones de sumo de las últimas décadas.
¿Cómo reconstruir ese pasado tan lejano e intangible? Ante todo es imprescindible localizar dónde establecieron sus campamentos los pastores prehistóricos, lo que se ha hecho mediante prospección pedestre, es decir, recorriendo transectos en determinadas áreas en las cuales los investigadores recolectan el material que van encontrando en la superficie. Esta tarea se ha llevado a cabo cerca de los monumentos funerarios y en torno a los lugares donde en la actualidad los pastores instalan los campamentos de invierno. Dispersos en el territorio, esos campamentos se han podido localizar mediante imágenes de satélite en las que se aprecian unas grandes manchas oscuras que corresponden a depósitos acumulados de excrementos de animales. Debajo de algunos de ellos se han encontrado yacimientos arqueológicos con restos de habitación. Es el caso del yacimiento de Züünkhangai, que Égüez localizó en 2018. Se trata de un depósito de dos metros de profundidad con abundantes fragmentos de cerámica, huesos, piezas líticas, excrementos de animales y restos de carbón. «Aquí se ha dado una ocupación en invierno desde hace 4.000 años de manera continua. Es el primer yacimiento documentado que presenta estas características en todo el país».
Javier Corso
De las pruebas de lucha de Naadam han surgido algunos de los grandes campeones de sumo de las últimas décadas.
Identificado el yacimiento, se procede a su excavación y a la toma de muestras. El estudio de los sedimentos empieza con la extracción de un bloque del suelo (más o menos del tamaño de una libreta o algo menor), que, tras envolverlo en yeso, se envía al AMBI Lab de La Laguna. El proceso es delicado, ya que la muestra puede tener miles de años de antigüedad, y lento, debido a los protocolos y permisos que requiere su exportación. Una vez que está en los laboratorios de la universidad canaria, el bloque se impregna con resina para que se solidifique, se lamina y se observa a través del microscopio. «Estudiamos los distintos sedimentos y suelos de ocupación a nivel microscópico mediante una aproximación múltiple, o multiproxy –detalla la científica–. Por un lado, estudiando la micromorfología, es decir, los rasgos que presentan los suelos a nivel microscópico, conocemos los procesos que hayan podido sufrir los sedimentos a lo largo del tiempo. Podemos saber si hubo inundaciones o fuegos, si ese espacio fue ocupado sucesivamente a lo largo de distintas épocas, si la vegetación del lugar sufrió modificaciones o si se hicieron quemas en el bosque. Incluso podemos distinguir entre diferentes espacios domésticos: si era un corral, un basurero, una letrina, un taller o una cocina». También se analizan los fragmentos de carbón y los restos óseos, que permiten hacer dataciones por radiocarbono, así como semillas, frutos, plantas o excrementos. En el caso de los pastores nómadas, añade, cuya relación con los animales era muy estrecha, «el estudio de los suelos de estabulación, las capas de estiércol y los coprolitos, o restos de heces fosilizados, nos muestra la intensidad de la ocupación,la dieta de los animales domésticos y el contexto climático de aquel momento».
Javier Corso
El tiro con arco es la única de las tres pruebas en la que, en la actualidad, se puede ver a algunas mujeres participando.
Posteriormente los sedimentos van al laboratorio de química orgánica. Allí se extraen los lípidos y se analizan los isótopos estables de carbono e hidrógeno de sus moléculas, lo que indica si las plantas procedían del desierto, de bosques de coníferas boreales o de la tundra, así como las estrategias de manejo del ganado, su movilidad o el paleoclima.
Javier Corso
Las pruebas y actividades del Naadam están íntimamente vinculadas al estilo de vida nómada de los mongoles.
En la actualidad, 5.000 años después de que el pastoralismo nómada, palabra de origen griego que significa «el que deja los rebaños en los pastos», enraizara en las estepas de Mongolia, la mitad de la población todavía depende directa o indirectamente de la economía de pastoreo. Hoy los desplazamientos estacionales entre distintas zonas de pasto se han reducido de manera notable: si tradicionalmente se realizaban siete u ocho al año, en la última década han disminuido a tres o cuatro, aunque tanto entonces como ahora los pastores pasan el invierno en un lugar fijo, con el rebaño estabulado. Lo nuevo es que, desde hace unos años, durante ese período invernal los niños y niñas en edad escolar viven internos en residencias-escuela hasta el final de la primavera, cuando vuelven a reunirse con sus padres, con los que practicarán el nomadismo hasta que comience el curso siguiente, en septiembre. Pero en líneas generales, exceptuando el período de colectivización soviética entre 1924 y 1990, su estilo de vida ha permanecido inmutable desde hace al menos cinco milenios. Los cambios más llamativos han venido recientemente de la mano de la globalización.
Javier Corso
Los balbal túrquicos son estelas talladas en piedra con forma antropomórfica, propias del Imperio túrquico del siglo VIII, que designan monumentos funerarios erigidos a personas importantes. Este balbal, voz que procede del túrquico y hace referencia a los ancestros, está en una tumba situada al oeste de Songino, distrito de la provincia de Zavkhan, en el oeste de Mongolia.
Hoy es habitual ver a los pastores nómadas hablando por el móvil mientras montan a caballo (y algunos en moto), y en los gers hay televisión y conexión wifi. Sin embargo, su vida apenas ha cambiado. El clima continental presenta veranos muy calurosos e inviernos durísimos, con temperaturas de 50 °C bajo cero. O incluso diez grados menos cuando azota el dzud, un fenómeno climático aterrador que tiene lugar más o menos cada cinco años y cuya virulencia parece haberse acentuado a consecuencia del cambio climático. Una catástrofe natural que sobreviene cuando, tras una larga sequía estival, caen fuertes nevadas invernales que levantan terribles tormentas y vendavales. En esas condiciones los animales mueren por millares de frío e inanición, también los rebaños, de entre 800 y 1.000 cabezas, provocando la ruina absoluta de las familias, que se ven obligadas a emigrar a la ciudad. Pero es tanta la gente que depende de este medio de subsistencia que el Gobierno está construyendo infraestructuras básicas en otros puntos del país, alejados de la capital, para que mejore su calidad de vida y puedan acceder a servicios como un centro de atención primaria, un banco o una estación de policía.
Javier Corso
Batsukh, böö (chamán) de Züünkhangai, se prepara para un ritual. El chamanismo mongol, o tengrismo, rinde culto a Tengger, también llamado Tengri, el gran dios celeste, y sus creencias abarcan la religión, la medicina, la adoración a la naturaleza y el culto a los ancestros.
Los tiempos modernos han acarreado también, a pesar de la escasa población humana de este territorio, problemas ambientales. Natalia Égüez, que ha pasado temporadas conviviendo con las familias en los gers, conoce cuáles son sus principales preocupaciones. «Nunca antes había sucedido que las familias tuvieran problemas para acceder con facilidad al agua. Pero desde hace un par de años se vienen produciendo conflictos entre los vecinos por el acceso al agua de los pozos», explica. También han notado en este lapso de tiempo que los pastos crecen menos porque las precipitaciones han disminuido. Asimismo, debido a una mayor sedentarización, ya se dejan ver zonas en las que el sobrepastoreo pasa factura.
El proyecto de la exploradora de National Geographic Natalia Égüez sigue las directrices de la ONU para proteger a los pueblos pastores del mundo. Su labor es esencial para mantener la biodiversidad.
Javier Corso
En el interior del ger, la pastora nómada Ertenebileg prepara la cena para toda la familia. El espacio izquierdo de este habitáculo (mirando desde la entrada) se reserva para el cabeza de familia. En el derecho, que ocupan las mujeres y los niños, se desarrollan las tareas domésticas.
Pero quizá la mayor transformación sea la proyección de futuro de la juventud mongola, que representa el 35 % de la población. Internet y la televisión les ha descubierto una realidad que no conocían. «Muchos niños sueñan con ser futbolistas o cantantes famosos. Pastores, muy pocos», dice Égüez. Tampoco los padres los animan a ello: estar en medio de la nada sin apenas nada no es ya la ambición de casi nadie. Prefieren que sus hijos estudien (la tasa de alfabetización del país es muy alta, casi del 99 %), que ingresen en la universidad y ejerzan una profesión que les proporcione una existencia más segura y confortable.
Javier Corso
El morinii uraldan, la carrera del Naadam, es una competición para los jinetes más jóvenes. Niños y niñas de todas las edades participan en esta celebración. El evento es una forma de transmitir la cultura y tradición del pueblo mongol a las jóvenes generaciones.
Mientras Natalia Égüez y los demás investigadores buscan los imperceptibles rastros del pasado, el futuro del pastoralismo tampoco se distingue con claridad. ¿Se convertirán en nómadas digitales, profesionales que suman ya unos 35 millones de personas en todo el mundo? De momento, en la estepa, la conexión wifi es escasa, pero quién sabe. Los tiempos cambian, como transmutan también los tonos de verdes y marrones de estas llanuras infinitas bajo un eterno cielo azul.
Javier Corso
Un joven pastor de ovejas vigila el ganado desde lo alto de una elevación que le ofrece vistas al valle del lago Sogo Nuur, en el Parque Nacional Khan- hokhi Khyargas, una de las áreas protegidas del país. Khan-Khokhi es una de las diez montañas sagradas de Mongolia.
Este artículo pertenece al número de Julio de 2023 de la revista National Geographic.