El cambio climático es la principal amenaza ambiental a la que se enfrenta la humanidad, y el resto de los organismos vivos de la Tierra. Sus efectos se dejan notar en todo el planeta. También en el Mediterráneo, un mar semicerrado y uno de los más explotados del mundo, donde está provocando una subida de las temperaturas a un ritmo un 20 % más rápido que el incremento medio mundial. No solo eso: se estima que en nuestra cuenca el aumento del nivel del mar alcanzará un metro en 2100, lo que impactará gravemente sobre una tercera parte de los habitantes. Estamos creando un mundo cada vez más inhóspito y peligroso para la vida. Y lo hacemos a sabiendas, porque disponemos de una ingente cantidad de datos científicos que apuntan en esa dirección.

También sabemos que nuestro mar sufre graves embates causados por las actividades humanas: contaminación, desaforado desarrollo urbanístico en la costa, eutrofización, tráfico marítimo intenso, introducción de especies invasoras, sobreexplotación pesquera… El cambio climático amplifica de forma alarmante las consecuencias de todos ellos, tal y como advierte el reciente informe de WWF The Climate change effect in the Mediterranean: six stories from an overheating sea (Los efectos del cambio climático en el Mediterráneo: seis historias de un mar sobrecalentado). «Se necesitan acciones de gran alcance tanto para mitigar más las emisiones de gases de efecto invernadero como para adaptarse a la nueva realidad de un mar que se calienta», reza el estudio.

«El documento proporciona seis casos de estudio que muestran algunas de las formas en las que el cambio climático está impactando y alterando, a veces de forma irreversible, el ecosistema marino mediterráneo en todos los rincones de la cuenca, con consecuencias socioeconómicas en sectores como la pesca y el turismo, así como en nuestra alimentación y salud», apunta José Luis García Vargas, responsable del programa de océanos de WWF. El desafío es enorme, añade, porque incluso con una acción global inmediata dirigida a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que las temperaturas sigan subiendo durante décadas. Por lo tanto, lo que hay que hacer es reducir la presión humana y crear resiliencia. «Los ecosistemas saludables y la biodiversidad próspera son nuestras mejores defensas naturales en un mundo que se calienta», concluye García Vargas.

Un mar sobrecalentado
Infografía: NG

El estudio científico, realizado en el marco de la Iniciativa Mediterránea Marina de WWF, pone la lupa en seis temas especialmente sensibles. El primero es la tropicalización del Mediterráneo oriental, que conduce a un cambio en la distribución de muchas especies que se desplazan hacia el norte en busca de aguas más frías: según una investigación aparecida este año, en la plataforma marina israelí, muy poco profunda y uno de los puntos más calientes de esta zona, hoy solo queda entre un 5 y un 12 % de los moluscos históricamente presentes.

El segundo caso abordado son las especies invasoras. «En las últimas décadas ha habido una explosión en el número de especies exóticas que se establecen en la cuenca, con consecuencias catastróficas para la biodiversidad nativa: la interacción con los recién llegados está alterando completamente los ecosistemas estables», advierte el informe.

En el tercer capítulo se explica la colosal proliferación de medusas en nuestro Mare Nostrum, una tendencia al alza que altera los ecosistemas y genera muchos daños, tanto en el sector pesquero (las medusas colman las redes) como en el turístico. El fenómeno responde a una confluencia de factores, entre ellos un menor aporte de agua de los ríos debido a la sequía –lo que reduce la franja costera menos salada y menos apta para las medusas–, la escasez de depredadores y competidores y la contaminación por hidrocarburos, que genera unas bacterias que son el alimento de los copépodos, todo un manjar para las medusas.

Un enjambre de medusas luminiscentes (Pelagia noctiluca) flota en aguas mediterráneas. El aumento de las temperaturas acelera el ciclo vital de las medusas, y las sequías disminuyen la franja de agua dulce, que las repele en la línea de costa. Además, apenas tienen depredadores ni competidores.
Foto: Ángel Fitor / AGE Fotostock / SPL

El cuarto episodio analiza las amenazas que penden sobre una de las especies que más ayudan a sustentar la vida marina en el Mediterráneo: la posidonia oceánica, en cuyas vastas praderas –importantísimos sumideros de CO2– se cobija el 20 % de los organismos marinos. Sin embargo, está amenazada: las anclas de las embarcaciones deportivas destrozan las praderas, las temperaturas superiores a los 28 °C causan su mortalidad y el aumento del nivel del mar impide la entrada suficiente de luz solar, esencial para la fotosíntesis.

Las temperaturas y tormentas extremas desencadenadas por el calentamiento global son los principales peligros de las comunidades de gorgonias, quinto tema de estudio. Constituyen uno de los corales más bellos del Mediterráneo, hogar de múltiples especies e imán para los buceadores, que se encandilan con sus extraordinarios colores. Sin embargo, en 2018 una tormenta en el mar de Liguria arrasó el 30 % de la zona, eliminando a todas las que se hallaban a profundidades de hasta 25 metros.

Por último, el sexto apartado trata el declive de la nacra(Pina nobilis), que desde hace años sufre periódicamente muertes masivas vinculadas también a esas subidas de la temperatura del agua.

Conocemos las soluciones a todos esos problemas. Cómo proteger el océano y a sus habitantes, de los que dependemos para sobrevivir. Pasemos a la acción y hagamos que la naturaleza sea el centro y parte de la solución.

Este artículo pertenece al número de Octubre de 2021 de la revista National Geographic.