La pandemia de la covid-19 ha evidenciado una vez más la intrínseca interrelación que hay entre la salud de los ecosistemas y la nuestra; aunque tendemos a ignorarlo, nuestra especie solo es una más entre las miles que habitan la Tierra: una sola salud, un solo planeta.

«Los ecosistemas desempeñan un papel importante en el apoyo al bienestar humano, incluida la regulación de la transmisión de enfermedades infecciosas», reza un artículo científico escrito por un equipo internacional capitaneado por el economista Michael R. Springborn, profesor asociado del Departamento de Ciencia y Política Ambiental de la Universidad de California en Davis. A menudo no nos damos cuenta de hasta qué punto esto es así. Un buen ejemplo de ello es el declive global de los anfibios causado por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, conocido como Bd u hongo quítrido de los anfibios, que causa la quitridiomicosis, una enfermedad que amenaza a la población mundial de esta clase de animales. «Los anfibios tienen un papel importante en las redes alimentarias naturales, también en lo que respecta a los mosquitos que transmiten enfermedades humanas. Sin embargo, la relación entre los impactos en la salud humana y su declive masivo ha recibido poca atención», afirma Springborn.

Los científicos han constatado que existe un vínculo causal entre el aumento de brotes de malaria registrado en Costa Rica y Panamá en las últimas décadas y la disminución de los anfibios originada por ese patógeno fúngico. Los anfibios comen gran cantidad de mosquitos, entre ellos los vectores de los protozoos del género Plasmodium, causantes de la malaria. Por lo tanto, si disminuyen los primeros, aumentan los segundos. Esta cepa fúngica letal que afecta a más de 500 especies de anfibios es oriunda de la península de Corea, desde donde se ha expandido a todo el planeta, seguramente debido al comercio internacional y al tráfico de especies. Sabernos posicionar como especie en el ecosistema planetario es clave para encarar los retos del futuro.

OTROS DATOS

Los investigadores estudiaron los datos relativos a los brotes de malaria en Costa Rica y Panamá durante el período comprendido entre 1976 y 2016. Encontraron un vínculo causal entre la desaparición de los anfibios en América Central y el aumento de incidencia de la enfermedad. La deforestación, los movimientos migratorios, los patrones meteorológicos y la ineficacia de los programas antipalúdicos también tuvieron que ver en ello. En 2019 hubo en el mundo 229 millones de casos de malaria y 409.000 muertes.

Este artículo pertenece al número de Agosto de 2021 de la revista National Geographic.

 

 

 

 

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