Aunque la geoda de pilar de jaravía, en el municipio de Pulpí, en Almería, se descubrió en diciembre de 1999, hasta el pasado mes de agosto esta espectacular formación geológica no ha sido abierta al público. La complejidad y el coste de las obras necesarias para dar a conocer esta joya de la naturaleza que atesora el interior de la Mina Rica han requerido un par de décadas, pero ha valido la pena: esta cavidad ovoide de 11 metros cúbicos cuyas paredes están recubiertas por gigantescos cristales de yeso ha cautivado al mundo entero. Aparte de la Cueva de los Cristales de Naica, en México, y la mina El Teniente, en Chile, no se conoce nada igual, lo que ha convertido la geoda almeriense, de ocho metros de largo por 1,8 de ancho y 1,7 de alto, en un atractivo turístico de primer orden.
El geólogo Javier García Guinea, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, fue uno de los primeros científicos en acudir a valorar el extraordinario hallazgo hace ya 20 años y, para él, ver hoy cómo ha podido convertirse en un lugar al alcance de todos es un auténtico sueño. La geoda empezó a formarse tras un período en el que en el fondo del Mediterráneo se acumuló una cantidad masiva de sales. «Ese acúmulo de sales conformó depósitos de yeso marino sobre la cueva de Pilar de Jaravía que se fueron filtrando hacia el interior, arrastrados por las aguas de lluvia», explica García Guinea.
El paso del tiempo y el aislamiento de la zona facilitaron un lento proceso de cristalización de ese yeso en las paredes de la cavidad que ha acabado erigiendo bellísimos cristales transparentes de selenita, una variedad del mineral de yeso, de más de un metro de longitud.
Por su parte, el cristalógrafo Juan Manuel García Ruiz, quien en su día explicó en las páginas de esta revista las maravillas de la Cueva de los Cristales de Naica que tan bien conoce, dirigió un estudio de diez años de duración gracias al cual se llevaron a cabo las actuaciones para hacer visitable la mina. «A diferencia de Naica, donde el sistema hidrotermal que condujo a la formación de esos cristales gigantes está aún vivo, lo que permite medir in situ el crecimiento de los mismos, en Pulpí ese proceso culminó hace 60.000 años, por lo tanto lo que se conoce sobre su génesis procede de los datos obtenidos a lo largo de este decenio de investigaciones científicas», afirma García Ruiz. En ese estudio se ha concluido que estos cristales se han formado en aguas subterráneas a una temperatura de 20 °C en los últimos dos millones de años. Su crecimiento ha sido muy lento, de hasta cientos de miles de años, porque se han formado por un proceso de maduración, por el cual los cristales micrométricos de yeso que había por toda la mina se disolvieron y acabaron favoreciendo el crecimiento de los más grandes.
Hay que agradecer, y mucho, el esfuerzo de tantísimas personas que han hecho posible que esta maravilla de la geología pueda ser admirada hoy por los ciudadanos. No lo tuvieron fácil, hubo voces que incluso pedían destruir la geoda para que sus minerales fuesen trasladados a las vitrinas de los museos y de coleccionistas privados. Afortunadamente, la entrada no solo se precintó: se bloqueó con cinco toneladas de roca y se custodió bajo protección oficial. Hoy, esa maravilla está al alcance de todos.
Aunque la geoda de pilar de jaravía, en el municipio de Pulpí, en Almería, se descubrió en diciembre de 1999, hasta el pasado mes de agosto esta espectacular formación geológica no ha sido abierta al público. La complejidad y el coste de las obras necesarias para dar a conocer esta joya de la naturaleza que atesora el interior de la Mina Rica han requerido un par de décadas, pero ha valido la pena: esta cavidad ovoide de 11 metros cúbicos cuyas paredes están recubiertas por gigantescos cristales de yeso ha cautivado al mundo entero. Aparte de la Cueva de los Cristales de Naica, en México, y la mina El Teniente, en Chile, no se conoce nada igual, lo que ha convertido la geoda almeriense, de ocho metros de largo por 1,8 de ancho y 1,7 de alto, en un atractivo turístico de primer orden.
El geólogo Javier García Guinea, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, fue uno de los primeros científicos en acudir a valorar el extraordinario hallazgo hace ya 20 años y, para él, ver hoy cómo ha podido convertirse en un lugar al alcance de todos es un auténtico sueño. La geoda empezó a formarse tras un período en el que en el fondo del Mediterráneo se acumuló una cantidad masiva de sales. «Ese acúmulo de sales conformó depósitos de yeso marino sobre la cueva de Pilar de Jaravía que se fueron filtrando hacia el interior, arrastrados por las aguas de lluvia», explica García Guinea.
El paso del tiempo y el aislamiento de la zona facilitaron un lento proceso de cristalización de ese yeso en las paredes de la cavidad que ha acabado erigiendo bellísimos cristales transparentes de selenita, una variedad del mineral de yeso, de más de un metro de longitud.
Por su parte, el cristalógrafo Juan Manuel García Ruiz, quien en su día explicó en las páginas de esta revista las maravillas de la Cueva de los Cristales de Naica que tan bien conoce, dirigió un estudio de diez años de duración gracias al cual se llevaron a cabo las actuaciones para hacer visitable la mina. «A diferencia de Naica, donde el sistema hidrotermal que condujo a la formación de esos cristales gigantes está aún vivo, lo que permite medir in situ el crecimiento de los mismos, en Pulpí ese proceso culminó hace 60.000 años, por lo tanto lo que se conoce sobre su génesis procede de los datos obtenidos a lo largo de este decenio de investigaciones científicas», afirma García Ruiz. En ese estudio se ha concluido que estos cristales se han formado en aguas subterráneas a una temperatura de 20 °C en los últimos dos millones de años. Su crecimiento ha sido muy lento, de hasta cientos de miles de años, porque se han formado por un proceso de maduración, por el cual los cristales micrométricos de yeso que había por toda la mina se disolvieron y acabaron favoreciendo el crecimiento de los más grandes.
Hay que agradecer, y mucho, el esfuerzo de tantísimas personas que han hecho posible que esta maravilla de la geología pueda ser admirada hoy por los ciudadanos. No lo tuvieron fácil, hubo voces que incluso pedían destruir la geoda para que sus minerales fuesen trasladados a las vitrinas de los museos y de coleccionistas privados. Afortunadamente, la entrada no solo se precintó: se bloqueó con cinco toneladas de roca y se custodió bajo protección oficial. Hoy, esa maravilla está al alcance de todos.
Este artículo pertenece al número de Marzo de 2020 de la revista National Geographic.