¿Verdad que un avión a reacción que despega a unos 100 metros de distancia hace un ruido ensordecedor? No en vano alcanza los 125 decibelios, franja a partir de la cual el nivel de ruido traspasa el umbral del dolor para el oído humano. Pues, sorprendentemente, esa es la potencia que alcanzan los machos de campanero blanco (Procnias albus) cuando llaman a las hembras. ¡Y vaya si lo consiguen! Esta ave, habitante de los bosques nubosos amazónicos, situados a más de 1.000 metros de altitud, es la más ruidosa que existe. Le sigue muy de cerca el guardabosques gritón (Lipaugus vociferans), pero el primero se lleva la palma, según pudieron comprobar en 2019 los investigadores Jeffrey Podos, de la Universidad de Massachusetts, en Estados Unidos, y Mario Cohn-Haft, del Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia, en Manaos, Brasil.

Las hembras, muy silenciosas, exhiben tonos verdes y amarillos, mientras que ellos, de complexión robusta, son blancos y lucen un oscuro apéndice carnoso colgando del pico. Sus músculos abdominales, inusualmente fuertes, les permiten dar ese do de pecho cuyo tono elevan cuanto más cerca está la hembra. Todo apunta a que las «campaneras» prefieren a los machos más atronadores, llegando a soportar niveles de ruido potencialmente perjudiciales, lo que para Jeffrey Podos es una señal de poca habilidad social. Aunque el sonido metálico que emiten, parecido a una alarma, llama la atención de los depredadores, los campaneros blancos no se cortan a la hora de ligar. A través de su ancha boca –tienen predilección por frutos de gran tamaño– y de su siringe, el órgano de fonación de las aves, situado en la base de la tráquea, emiten su retumbante soneto de amor hasta que encuentran a una compañera que aprecie su serenata. ¿Será que sordean?

 

OTROS DATOS

El campanero blanco,de hábitos frugívoros, pertenece a la familia de las cotingas, que incluye a los paragüeros, las pihas y los gallos de las rocas. Se distribuyen por Brasil, Guayana francesa, Guyana, Surinam, Trinidad y Tobago y Venezuela. 

Este artículo pertenece al número de Agosto de 2023 de la revista National Geographic.

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