Gianni Crea conoce a la perfección los contornos de la historia. Casi todos los días de la última década ha abierto las puertas de los Museos Vaticanos. Ha presenciado el esplendor de la Capilla Sixtina al amanecer, estudiado las sombras de Caravaggio y admirado las texturas del antiguo Egipto.
«Me llaman custodio de las llaves, pero soy un bedel que abre un museo –dice Crea–. Solo que abro las puertas a la historia del arte y a la historia del cristianismo, la más grande y hermosa del mundo».
Su jornada comienza sobre las 5 de la mañana en un búnker acorazado que guarda hasta 2.797 llaves. Él y su equipo de 10 clavigeri recorren 7 kilómetros de pasillos por el corazón de los museos para abrir 300 puertas, muchas de las cuales dan acceso a reinos desaparecidos y dioses primordiales.
«El olor que me espera cuando abro la primera puerta es el olor de la historia, el que han respirado los que nos precedieron», dice Crea. Rodeado por el sonido de sus pasos solitarios, se maravilla al pensar que el suelo que pisa es el mismo sobre el que caminaron, amaron y lloraron generaciones sin cuenta.
Los Museos Vaticanos albergan las colecciones papales desde principios del siglo xv, entre ellas decenas de miles de valiosas obras de arte y piezas arqueológicas que abarcan desde la prehistoria hasta la Edad Moderna. Pero Crea opina que ninguna es tan impactante como la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, donde 1.115 metros cuadrados de frescos –con escenas tomadas del Génesis y más de 300 figuras– adornan la sede del cónclave papal. Crea recuerda la emoción que le embargó la primera vez que acompañó a un llavero veterano a abrir la capilla hace más de 20 años.
Alberto Barnasconi
El clavigero jefe Gianni Crea está a cargo de 2.797 llaves que abren 300 puertas repartidas por los Museos Vaticanos.
Las figuras tienen un «bellísimo grado de detalle –dice–. Los movimientos, las contorsiones, la musculatura». Ha visto a gente de todas las confesiones conmovidas ante tanta belleza, algo que la Iglesia considera cada vez más vital en estos tiempos turbulentos.
«En el difícil contexto actual que vive el mundo, donde a veces parecen imponerse el desconcierto y la tristeza, [el arte] es más necesario que nunca, porque la belleza es siempre fuente de alegría», dijo el papa Francisco el año pasado al recibir en audiencia a una organización artística católica.
El floreciente campo de la neuroestética, que examina los fundamentos biológicos de nuestras respuestas emocionales al arte, refrenda esta opinión. Las investigaciones demuestran que interactuar con el arte puede activar el sistema de recompensa del cerebro, liberando sustancias químicas como dopamina, serotonina y oxitocina. Las experiencias estéticas, como las visitas a museos, también se asocian con una reducción de la soledad, una mejora del estado de ánimo y una reducción del estrés. Algunos neurocientíficos incluso han comparado la contemplación del arte con el sentimiento de amor romántico.
Y a raíz de la pandemia de COVID-19 ha nacido un pujante movimiento mundial en favor de la ampliación del acceso a las artes como vía hacia el bienestar.
Un metaanálisis realizado en 2019 por la OMS sobre más de 3.000 estudios detectó que las actividades artísticas y culturales fomentan la salud física y psicológica. La organización pidió a los políticos que reforzasen la programación artística pública. En otoño de 2022, médicos de uno de los mayores hospitales de Bruselas colaboraron con el Ayuntamiento en un estudio piloto para examinar los beneficios de las «recetas museísticas» como tratamiento complementario contra el estrés, el síndrome de desgaste laboral y la ansiedad. Es el primero que se hace en Europa, y podría tener efecto dominó en todo el continente.
El papa Francisco también ha abogado siempre por un acceso más inclusivo al arte. «[Los Museos Vaticanos] deben abrir sus puertas de par en par a todo el mundo, ser un instrumento de diálogo entre culturas y religiones, un instrumento de paz», escribió en su publicación de 2015 Mi idea del arte. Crea sugiere que los Jardines Vaticanos –donde brotan y florecen plantas de todo el planeta– encarnan esta filosofía.
«Todo el mundo puede encontrar algo bello, algo conmovedor –dice Crea, que en determinadas fechas recibe a grupos reducidos de viajeros para que lo acompañen en su rutina matutina–. Los Museos Vaticanos, en mi opinión, te permiten comprender el arte y la historia independientemente de tu religión».
La redactora y editora Gulnaz Khan escribe sobre la intersección entre el cambio climático, el medio ambiente y la cultura. El fotógrafo Alberto Bernasconi está afincado en Milán.
Este artículo pertenece al número de Julio de 2023 de la revista National Geographic.