CUANDO LA ASTRONAUTA Sally Ride murió de cáncer de páncreas en 2012, una sola línea de su necrológica oficial reveló lo que toda una vida de cobertura mediática no había hecho: su relación de pareja durante 27 años con otra mujer, Tam O'Shaughnessy.
El reconocimiento de que Ride pertenecía a la comunidad LGBTQ añadió la enésima primicia a una larga lista de logros históricos. No solo fue la primera mujer estadounidense en salir al espacio –hace más de 40 años, el 18 de junio de 1983–, sino también la primera astronauta queer de la que se tiene noticia. Esta revelación añadió una pátina emotiva y personal a su imagen pública como física brillante, tripulante leal y apasionada defensora de la divulgación científica. Y también planteó la pregunta de cómo habría sido su vida en un mundo menos homófobo y sexista.
Sally Ride no solo fue la primera mujer estadounidense en salir al espacio, también fue la primera astronauta queer de la que se tiene noticia.
Aunque Ride y O'Shaughnessy no tenían secretos con sus amigos y familiares, sí ocultaban su relación en público, sobre todo después de cofundar su compañía de divulgación científica, Sally Ride Science, por temor a la reacción de los patrocinadores.
La opinión pública no conoció esa relación hasta la muerte de Ride, tal y como deseaba la pareja. En noviembre de 2013 O'Shaughnessy aceptó la Medalla Presidencial de la Libertad concedida a Ride.
Muchas de las posesiones más preciadas de la astronauta se custodian hoy en el Museo Nacional del Aire y del Espacio de la Smithsonian Institution, donde las ha fotografiado Mackenzie Calle para su proyecto Gay Space Agency, que documenta lo que significa ser un astronauta LGBTQ.
Entre las piezas figura el traje de vuelo que vistió en su primer viaje al espacio, el vuelo STS-7 del transbordador espacial de la NASA, una misión que estuvo acompañada de grandes dosis de sexismo: cuando la agencia la presentó como su primera mujer astronauta, Ride tuvo que encajar las impertinentes preguntas de los entrevistadores sobre su aspecto, su temperamento emocional, sus órganos reproductores y sus proyectos familiares.
Los ingenieros de la NASA llegaron a diseñar, pensando en ella, un kit de maquillaje apto para vuelos espaciales. Ride no lo usó, y los periodistas comentaban a menudo que llevaba la cara lavada. Pese al gran interés suscitado por su género –y por las modificaciones introducidas en las naves espaciales para acomodar a las astronautas–, Ride intentó que la atención se centrase en la exploración espacial.
Sus intereses profesionales no empezaban, ni terminaban, en el espacio: de no haber sido astronauta, podría haber hecho carrera como tenista profesional. Aunque durante un tiempo se lo planteó, su amor por la ciencia la llevó al programa espacial.
Ride se doctoró en física y fue seleccionada para la primera promoción de mujeres astronautas de la NASA. Ayudó a desarrollar el brazo robótico del transbordador espacial e hizo de capcom –el enlace de comunicación de la NASA que conecta a los astronautas en vuelo con la Tierra– en el segundo y el tercer vuelo del transbordador, en 1981 y 1982.
Cortesía de la NASA, obra de Mackenzie Calle
Ride sonríe en esta foto de 1983 a bordo del Challenger en una misión de seis días que recorrió 4 millones de kilómetros.
Entonces llegó su turno. Completó dos vuelos espaciales; en su segunda misión, en 1984, la acompañaba Kathryn D. Sullivan. Fue la primera vez que dos mujeres salían simultáneamente al espacio.
Tras estas misiones siguió haciendo historia. Fue la única persona en formar parte de las comisiones de investigación de los dos transbordadores espaciales accidentados, el Challenger en 1986 y el Columbia en 2003. Crítica con lo que se llamaría la cultura del «más rápido, mejor y más barato» de la NASA, urgió a la agencia a incrementar la seguridad de los vuelos espaciales. También coordinó un exhaustivo documento de planificación –el llamado Informe Ride de 1987– en el que subrayaba la importancia de observar la Tierra desde el espacio, instaba a la NASA a explorar más planetas y estudiaba la logística de hipotéticas avanzadillas humanas en Marte.
Tras dejar la NASA, se centró en la divulgación científica. Impartió clases de física en la universidad y creó la Sally Ride Science junto con O'Shaughnessy, hoy directora ejecutiva. La entidad publica libros para fomentar la alfabetización científica, tecnológica y matemática, gestiona academias para escolares y forma docentes. Todo ello ayuda a mantener vivo el recuerdo de Ride –y su inquisitivo y audaz espíritu científico– en los pioneros del mañana.
Este artículo pertenece al número de Octubre de 2023 de la revista National Geographic.