En 1939, Edith Pretty sintió curiosidad por saber qué había debajo de los extraños montículos que moteaban su propiedad de Suffolk, en Inglaterra. Una serie de excavaciones realizadas en este emplazamiento –conocido como Sutton Hoo– revelaron un enterramiento anglosajón de 1.400 años de antigüedad que incluía un barco íntegro de 25 metros de eslora, además de un suntuoso ajuar funerario.

Aquellos opulentos enseres, fabricados con materiales de gran valor y vinculados a tierras lejanas, revolucionaron la concepción historiográfica de la Gran Bretaña altomedieval, sugiriendo que la sociedad retratada en poemas épicos como Beowulf quizá fuese más real de lo que parece. «Hasta entonces se creía que todo aquello era en gran medida fruto de la fantasía –dice Sue Brunning, la conservadora a cargo de los ya legendarios objetos custodiados en el Museo Británico–. El hallazgo lo transformó todo de un plumazo».

La excavación de 1939 en Suffolk reveló una embarcación de madera y un fastuoso ajuar que cambió la visión historiográfica de la Gran Bretaña altomedieval.
Foto: Patronato del Museo Británico

Pero según los nuevos datos publicados por Emma Brownlee, investigadora del Girton College de la Universidad de Cambridge especializada en enterramientos altomedievales, la práctica de dotar las tumbas de ajuares ya había empezado a declinar en la época del yacimiento de Sutton Hoo. Entre los siglos VI y VIII, las sepulturas en Inglaterra se tornaron más sencillas y parcas. ¿Por qué?

Hay diversas teorías acerca del abandono de estos entierros suntuosos, desde las que aluden al auge del cristianismo hasta las que hablan del aumento de las relaciones comerciales en todo el continente europeo. Sin embargo, a falta de pruebas definitivas, los expertos siguen teniendo dificultades para determinar exactamente cómo encajan estas tradiciones en un cambio social más amplio.

Pese a todo, las tumbas ofrecen una información histórica única. Son «una de las pocas cosas del registro arqueológico que se pusieron bajo tierra deliberadamente –dice Brownlee–. Redescubrir ese propósito es parte del desafío».

Este artículo pertenece al número de Junio de 2021 de la revista National Geographic.

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