El día que cumplió 7 años, su padre le compró una botella de aire comprimido de 7 litros. Sorprende un regalo así a esa edad. Tampoco es habitual tener como progenitor a un fotógrafo submarino. Fue en este ambiente, entre inmersiones por los mares del mundo, una obsesión familiar por los viajes y la National Geographic en la mesita del comedor, donde creció Rafael Fernández Caballero. «Desde muy joven tuve ídolos que conocí a través de la revista, como Paul Nicklen y Cristina Mittermeier», cuenta. A los 15 años ya exploraba las profundidades captando la belleza submarina. Su aptitud natural para las ciencias y el hecho de vivir en Madrid, lejos del mar, lo llevaron a estudiar ingeniería. Se especializó en renovables. Pero justo después de licenciarse en 2016 ganó el campeonato del mundo de fotografía submarina y, de pronto, se le abrió el camino. Eligió seguir a su corazón: «Que tu pasión pueda llenar tu día a día es un regalo», afirma.
Foto: Rafael Fernández Caballero
Este año ha sido nombrado Underwater Photographer of the Year por una espectacular imagen de cinco tiburones ballena comiendo plancton en el atolón Ari, uno de los más grandes de las islas Maldivas. ¿Qué es lo más importante a la hora de abordar una foto? «Lo que hago antes de tirarme al agua es estudiar el lugar, el comportamiento de los animales y la forma de acercarme a ellos». A eso hay que sumarle una paciencia infinita, la preparación física, un dominio técnico infalible y una actitud perfeccionista que luce cuando apostilla: «Siempre pienso que la mejor foto es la que haré mañana».
Se siente en paz con el planeta gracias a su trabajo. «Como decía Jacques Costeau, solo podemos amar aquello que conocemos, y mi misión es mostrar las maravillas escondidas del planeta», dice Rafael. La preocupación por la salud de los océanos en nuestra sociedad ha crecido con él: «Aunque soy joven, he visto cómo nos los estamos cargando a un ritmo alarmante; no solo es la contaminación, sino también la pérdida de biomasa». Para muestra, una inmersión: «Recuerdo ir de pequeño a Maldivas con mi padre y ver una cantidad de colores increíble… y llegar en 2017, después de un episodio de El Niño, y ver el mismo escenario sin peces, sin color, muerto». Su mensaje es: «El mar somos todos. Salvar su futuro es salvarnos a nosotros».
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Este artículo pertenece al número de Junio de 2022 de la revista National Geographic.