«Me pareció que se daba un aire a Tintín, como si fuese una versión malvada del joven reportero. ¡Será mi lado belga!», bromea Tomas van Houtryve, refiriéndose a su quimera favorita de Notre Dame de París. Captó esta imagen con una cámara de 1870 mientras se llevaban a cabo los trabajos de estabilización de la estructura del templo tras el devastador incendio de 2019. «La cámara es casi tan antigua como las quimeras», afirma, recordando que estas esculturas se remataron en 1865. El fotógrafo compara el efecto creado por la cámara arcaica con el «espíritu caprichoso» del monstruo, que es «un poco oscuro, un poco grotesco, y nos sumerge en la atmósfera del siglo XIX».
Pero crear estas imágenes pasa por dominar un procedimiento complejo. Armado con un laboratorio fotográfico portátil, Van Houtryve trataba las placas con colodión primero y con nitrato de plata después. Tras una exposición de 3 o 4 minutos, empapaba las placas en revelador y fijador fotográficos, las enjuagaba y se las llevaba a casa dentro de una maleta con compartimentos llenos de agua. Allí las dejaba secar varias horas.
Van Houtryve desplegó más técnicas y puntos de vista, utilizando también un dron y el brazo hidráulico de una grúa. «Una vez subí y me vi en el mismo lugar donde había estado la aguja –recuerda–. Era de noche y sentí algo de vértigo». Aquel momento sobrecogedor fue «como ver invertidos el cielo y el infierno; las vigas carbonizadas en lo alto y, allá abajo, la luz iluminando el crucero del transepto».
Foto: Tomas van Houtryve / VII
Su trabajo explora las fronteras, los temas de la identidad y la memoria, y las relaciones entre el Estado y el individuo.
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Este artículo pertenece al número de Febrero de 2022 de la revista National Geographic.