El arte de confeccionar alfombras –ya sea para calentar hogares de piedra o como decoración y expresión cultural– siempre ha sido una actividad propia de las mujeres y niñas de Ingushetia, una de las repúblicas más meridionales de Rusia. La música folclórica ha inmortalizado la sabiduría tejida en estas alfombras (llamadas istings en ingusetio), tradicionales en toda Asia Central y el Cáucaso. Pero esta artesanía a punto estuvo de perderse cuando Yósif Stalin deportó a casi toda la población, de mayoría musulmana, durante la Segunda Guerra Mundial.

«Tuvimos que darnos prisa», dice la etnógrafa ingusetia Tanzila Dzaurova, quien hace 10 años recorrió, con un pequeño grupo de jóvenes tan entusiastas como ella, su tierra natal en busca de retazos de alfombras, recuerdos e información. De aquel estudio salió un nuevo taller en la capital, Magas, así como clases en colegios, concursos y un libro con cientos de «adornos» históricos, o motivos, desde símbolos de fertilidad para recién casados hasta laberintos para confundir a los espíritus malignos.

En esta foto tomada en la aldea de Khayrakh, Khava Kodzoeva muestra un isting de Zalina Khamkhoeva; modelo y autora aprendieron la técnica en el taller de Magas. Hoy esta artesanía en lana es un hilo que las une a anteriores generaciones de mujeres, dice Dzaurova. «Es como si las manos tuviesen memoria genética».

Este artículo pertenece al número de Diciembre de 2022 de la revista National Geographic.

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