En junio de 2010, la red de observadores voluntarios coordinada por SUBMON, entidad dedicada a la conservación, estudio y divulgación del medio marino, informó de la presencia de un gran cetáceo frente a la costa de Barcelona. Aquel animal enorme, de 18 metros de longitud, resultó ser una ballena gris, oriunda del océano Pacífico. ¿Qué hacía en el Mediterráneo?, se preguntaron Manel Gazo y Carla Álvarez, al frente de esta organización. «El avistamiento confirmó que el deshielo del Ártico y, por lo tanto, del Paso del Noroeste, dejaba de ser una suposición: el cambio climático era un hecho evidente», explica Gazo. Hoy sabemos que la ubicua crisis climática nos afecta a todos, también a los mamíferos marinos del planeta, esas 130 especies de cetáceos, pinnípedos y sirenios, además del oso polar y la nutria marina. Es una de sus principales amenazas, «junto con las capturas accidentales y otras interacciones con la pesca, la pérdida de hábitat y de alimento, la colisión con embarcaciones, el turismo y la contaminación, tanto la acústica como la química y la generada por los residuos plásticos», añade el biólogo.
Preocupados por el futuro que aguarda a estas criaturas esenciales para los ecosistemas marinos, en 2015 dos de las organizaciones internacionales más importantes dedicadas a su conservación, la Sociedad de Mastozoología Marina y la Sociedad Europea de Cetáceos, anunciaron su intención de aunar esfuerzos para celebrar un congreso común. SUBMON pensó que sería buena idea hacerlo en Barcelona, y la propuesta prosperó: el Congreso Internacional de Mamíferos Marinos (WMMC, por sus siglas en inglés) tuvo lugar el pasado mes de diciembre en el Centro de Convenciones Internacional de Barcelona (CCIB), organizado por la entidad SUBMON y la Universidad de Barcelona (UB). Bajo el lema «Juntos por la ciencia y la conservación», más de 2.700 personas procedentes de 95 países se dieron cita para dar una visión general de la situación de los mamíferos marinos a escala internacional. Después de tres sesiones plenarias y más de 1.640 presentaciones, quedó claro que los problemas que amenazan la supervivencia de estos animales –más de un tercio de ellos está en peligro de extinción– son transversales y comunes a todas sus áreas de distribución. Y también que la solución para revertirlos es transformar nuestro insostenible estilo de vida, causa única de tantísimos males.
Foto: Flip Nicklin/ Minden Pictures
Obviamente, el cambio climático fue objeto de muchas ponencias. El deshielo, tan acelerado en el Ártico, ocasiona la pérdida de hábitat para muchas especies, una realidad flagrante en el caso del oso polar. O en el de la foca anillada del lago Saimaa, en Finlandia, una de las focas más amenazadas del mundo que, sin hielo, no tiene dónde alimentarse ni dónde criar. Lo contó Mervi Kunnasranta, experta de la Universidad de Finlandia Oriental que coordina un programa para construir con nieve artificial unas estructuras para que la especie pueda procrear. Kit M. Kovacs, investigadora del Instituto Polar Noruego de Tromsø, añadió que la reducción del hielo desfasa las migraciones de muchos animales, que se ven obligados a compartir hábitats cada vez más reducidos. Eso interfiere en la comunicación de especies como la yubarta y la ballena de Groenlandia, que se confunden cuando sus elaborados sonidos se solapan. También los delfines de río, presentes en cursos fluviales de Asia y América del Sur, acusan el cambio climático. La escocesa Gill Braulik, experta en los delfines del Ganges y del Indo, en el sur de Asia, afirmó que el caudal de estos ríos, muy contaminado y mermado por las infraestructuras hidráulicas, desciende además porque de--pende del aporte de la fusión de las nieves del Himalaya, cada vez menos abundantes.
Pero no todos los seres sufren por el calentamiento global. A algunos les favorece, como a los virus que afectan gravemente a la foca monje de Hawai y a las nutrias marinas de Alaska.
Capturas accidentales y crimen organizado
Otro de los grandes temas que se trataron en esta cumbre fue el de las capturas accidentales, en especial las causadas por las redes de enmalle, que según datos de WWF causan la muerte de más de 300.000 cetáceos y un número imposible de cuantificar de otros muchos animales cada año. Especialmente dramático es el caso de la vaquita marina, una pequeña marsopa mexicana endémica del Alto Golfo de California que se encuentra a las puertas de la extinción debido, según el experto Lorenzo Rojas-Bracho, al crimen organizado: la vaquita muere al caer en las redes ilegales desplegadas en la zona para capturar a la totoaba, un pez cuya vejiga natatoria, de supuestos poderes curativos, vale más que la cocaína en el mercado negro chino de la medicina tradicional.
Foto: Flip Nicklin / Minden Pictures
El tema de la vaquita suscitó interesantes debates sobre cómo hacer partícipes a las comunidades locales en los planes de conservación de «sus» mamíferos marinos. Algo en lo que trabajan expertos en todo el mundo, como Norbert Andrianarivelo, de la Universidad de Toliara, en Madagascar, quien explicó el trabajo realizado en remotas localidades costeras del país, donde muchos pescadores se han formado para llevar a los turistas a avistar cetáceos en sus barcos tradicionales. «La gente no protege lo que no conoce –dijo Louisa Ponnampalam, dedicada al estudio de los manatíes y dugongos de Malasia y a su divulgación–. Aún hoy, nueve de cada diez personas de mi país no saben que hay sirenios en nuestras aguas». La india Dipani Sutaria, experta en cetáceos al frente de la Fundación Save our Seas, añadió: «Debemos inspirar a la gente para que deseen conocer y conservar a los mamíferos marinos».
Contaminación por microplásticos
Otro asunto destacado fue la contaminación por microplásticos. Presentes ya en toda la cadena trófica marina, se desconoce qué efectos causarán en los organismos. Su presencia se ha constatado en lugares tan dispares como los fondos de los cañones submarinos del Santuario de Pelagos, un refugio para muchas especies situado en aguas mediterráneas de Italia, Mónaco y Francia, o en los estómagos de focas de Alaska. La contaminación acústica también es preocupante. Originada por el tráfico marítimo y los sonares, desorienta a los cetáceos y es causa, según varias investigaciones, de varamientos masivos. La bióloga italiana Valeria Vergara, que estudia a las belugas en el transitado estuario canadiense del San Lorenzo, en Quebec, ha comprobado que el ruido dificulta que las madres y sus crías se oigan, lo que a menudo provoca que estas se pierdan y mueran. El exceso de embarcaciones es un problema también en las islas Canarias, donde se da un gran número de colisiones fatales contra cetáceos, lo que afecta especialmente a los cachalotes, pero también a rorcuales y zifios.
Foto: NaturePhoto/Getty Images
Por eso fue una gran noticia el hecho de que, mientras Barcelona acogía el WMMC, la prestigiosa organización Mission Blue, fundada por la veterana oceanógrafa y Exploradora de National Geographic Sylvia Earle, declarara en el marco de la cumbre del clima (la COP25) de Madrid –que se celebraba también esos días– un nuevo Hope Spot en las aguas atlánticas de Tenerife y La Gomera, un «lugar de esperanza» que contó con el aval del fotógrafo submarino Francis Pérez y de dos investigadores de la Universidad de La Laguna, la especialista en cetáceos Natacha Aguilar y el catedrático de Biología Marina Alberto Brito. Los Hope Spots son lugares ecológicamente únicos que demandan mayor protección, lo que encaja a la perfección con esta área marina donde habitan hasta una treintena de especies de cetáceos.
«El océano es más antiguo que las montañas y transporta los recuerdos y los sueños del Tiempo», escribió en un relato H. P. Lovecraft. Recientes estudios apuntan que ahí, en sus fondos abisales, se gestó la semilla de la vida. Una vida que hoy corre peligro a causa de una especie que, llevada por su egocentrismo, llamó Tierra a un planeta que en más de un 70 % está cubierto por un mar del que depende nuestra supervivencia.
Este artículo pertenece al número de Marzo de 2020 de la revista National Geographic.