Duró solo algo más de ocho horas, pero… ¿y si fue un preludio de lo que realmente pueden dar de sí en nuestro país las energías renovables? Sucedió el pasado 16 de mayo, cuando entre las 10:15 y las 18:20 horas la cantidad de electricidad generada en España por la energía solar, eólica e hidroeléctrica fue mayor que la demandada por la ciudadanía. Es decir, que durante ese lapso de tiempo –el más largo hasta el momento– la electricidad que consumimos fue 100% renovable.
Aunque no será fácil alcanzar ese sueño de forma permanente, la transición hacia una sociedad descarbonizada hace tiempo que está en marcha. Lentamente, vamos avanzando: en 2022, casi la mitad de la energía consumida en España (el 48,4%) procedió de fuentes renovables, concretamente eólica, hidráulica, fotovoltaica y solar térmica. El objetivo marcado por la Unión Europea es alcanzar la neutralidad climática en 2050. Y sí, queda muy poco tiempo, pero no podemos seguir así: el calentamiento global amenaza la habitabilidad en la Tierra, en especial de los más vulnerables, que son mayoría. Solo dos datos: según la OMS, en 2022 al menos 15.000 personas murieron por golpes de calor en Europa, unas 4.000 en España. Ese mismo año los incendios forestales calcinaron 310.000 hectáreas en nuestro país, la peor temporada del siglo.
La colosal transformación del modelo energético que Europa quiere encabezar es, tal como reza el informe sobre energías renovables de 2023 de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), un enorme desafío transdisciplinar que requiere la consecución de tres grandes metas: descarbonizar el sistema eléctrico (es decir, producir electricidad de origen renovable), electrificar la economía y aumentar la eficiencia energética. ¿Cómo vamos a lograrlo?
Shutterstock
Planta de hidrógeno verde junto a una instalación fotovoltaica, dos fuentes de energías renovables que son claves para la descarbonización.
la ruta de la energía verde
«Estamos ante un reto sin precedentes», advierte Nieves Vela, responsable de la División de Energías Renovables del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), organismo público adscrito al Ministerio de Ciencia e Innovación. «Se trata de un desafío colosal que requiere la incorporación masiva de las renovables, la intensificación de la eficiencia energética en edificios, ciudades e industria, la electrificación del transporte, la sustitución de los combustibles fósiles por portadores energéticos verdes y el despliegue de redes inteligentes que faciliten una gestión avanzada de la generación, almacenamiento y distribución de la energía», explica. Al igual que el cambio climático, añade, también otros sucesos, como la guerra en Ucrania, «evidencian hasta qué punto la dependencia energética puede afectar la vida cotidiana de los ciudadanos europeos. Hay que tomar medidas urgentes y eficaces».
Pero la transición ecológica también tiene sus pegas, más allá de la importante inversión en innovación que requiere y la implementación de tecnologías que demanda la situación. Entre ellas, las nuevas dependencias que puede generar esta metamorfosis, por ejemplo, de los minerales críticos, tan esenciales en el sector de las renovables. Por ello, remarca Vela, «la Unión Europea ha establecido como áreas clave de actuación las energías renovables, el almacenamiento energético y el hidrógeno verde, para reforzar las capacidades propias y mejorar nuestra autonomía estratégica».
Sin duda, el hidrógeno verde, producido con energías renovables, es una pieza clave en el tablero. Como cuenta la experta María Retuerto, química e investigadora del Instituto de Catálisis y Petroleoquímica del CSIC, una de sus principales ventajas es que permite introducir las energías renovables en muchos sectores difícilmente electrificables o descarbonizables. «La mayoría de las energías renovables solo producen electricidad, pero esta producción es intermitente y no se puede almacenar de forma eficiente. El hidrógeno verde nos permite acumularla», explica. La electrólisis, añade, es hoy por hoy la manera más eficiente de producirlo de forma sostenible. Por ejemplo, el hidrógeno verde acumulado gracias a la electricidad renovable es útil para fabricar combustible sintético libre de emisiones o para generar electricidad verde cuando no haya sol o viento. Pero también para sustituir al hidrógeno gris, producido con hidrocarburos, en sectores industriales como la producción de fertilizantes y biocombustibles, que requieren hidrógeno en sus procesos productivos. O, por supuesto, para exportarlo a países donde no puedan fabricarlo.
¿Y qué pasa con el transporte, funcionarán los coches eléctricos con pila de hidrógeno a corto plazo? «Por el momento, para los vehículos unifamiliares sigue siendo más rentable el uso de baterías, pero cuando el transporte es de larga distancia o acarrea mucha carga, sí compensa utilizar hidrógeno en forma de pilas de combustible». O para motores de combustión de hidrógeno, como los cohetes. Sin embargo, aún quedan muchos retos por resolver en toda la cadena de producción del hidrógeno verde, apunta Retuerto, «como abaratar y hacer más eficiente su producción o encontrar formas de acumularlo que no conlleven peligrosidad».
En eso anda ocupada una importante parte de la comunidad científica internacional. En optimizar la producción y los usos tanto del hidrógeno verde como de otras tecnologías y formas de energía de las que necesitaremos echar mano para transitar hacia un mundo descarbonizado. Pero el cambio más drástico debemos hacerlo el común de la sociedad. Porque, para que toda esa transición sea posible, no habrá tecnología que valga si no interiorizamos de una vez por todas que hay que consumir de forma responsable, lo que significa gastar mucha, mucha menos energía.
Este artículo pertenece al número de Septiembre de 2023 de la revista National Geographic.