Hace años, una noche el biólogo Albert Manville visitó un vertedero próximo al lago Louise, en el Parque Nacional Banff, en Alberta.
Entonces el recinto no estaba vallado y era habitual que los grizzlies acudiesen a rebuscar en la basura. Manville estaba observando cómo un oso devoraba con fruición unos restos de carne cuando vislumbró algo que se movía al borde de los haces de luz proyectados por los faros del coche. Era un glotón, que no quitaba los ojos de encima al oso y la carne. Poco más podía hacer que mirar: pesaría como mucho unos 14 kilos, frente a los más de 100 del oso.
«De pronto el glotón echó a correr y mordió al oso en la nalga –relata Manville–. El grizzly se giró y dio un zarpazo al aire, pero el glotón ya estaba saltando hacia el lado contrario. Se hizo con la carne y se perdió en la oscuridad a toda velocidad».
El glotón no parece la fiera más sensata del mundo: todo lo que le sobra de agresividad y audacia le falta de corpulencia. Pero con apenas un metro de largo desde el hocico hasta la cola, un ejemplar medio puede reclamar un territorio de entre 250 y más de 1.300 kilómetros cuadrados y patrullarlo sin descanso, husmeando, cazando, carroñeando y defendiéndolo de los rivales.
En los cinco años que trabajé en el Parque Nacional Glacier de Montana como voluntario de un estudio pionero, seguí la pista a un macho al que colocamos un radiocollar y vi cómo en 20 minutos ascendía 450 metros por un canal de hielo cortado a pico y cruzaba la divisoria continental.
Otro macho llegó a la cima más alta del parque –el monte Cleveland, de 3.190 metros de altitud– en enero, cuando el pico era una imponente escultura de hielo. Salvó los últimos 1.500 metros en 90 minutos. En los siguientes 10 días coronó otras crestas rumbo al oeste, viró hacia el norte y entró en la Columbia Británica, saltó la divisoria continental hacia el este, se plantó en el Parque Nacional Waterton Lakes, ya en Alberta, y regresó al sur para volver a Glacier. Casi nada. Al cabo de un par de días partió de nuevo y repitió el viaje.
Oso mofeta. diablo de montaña. Demonio del norte. Durante siglos los glotones se consideraron no solo unos seres voraces y hediondos dotados de una astucia y un sigilo inquietantes, sino también unas alimañas agresivas que se recreaban en hacer el mal y constituían un peligro para las personas asentadas en territorios remotos. Pero ninguna de esas descripciones tenía fundamento.
Gulo gulo, nativo de las regiones árticas, subárticas y montañosas del hemisferio Norte, forma parte de la amplia y variada familia de los mustélidos. De entre sus miembros no acuáticos es el que presenta el cráneo más pesado, las mandíbulas más gruesas, los dientes más largos, el cuerpo más desarrollado y los pies más grandes. Un glotón es capaz de abatir en solitario presas tan corpulentas como un caribú adulto, y hay relatos no verificados de glotones que han logrado ahuyentar lobos y hasta grandes osos de la carroña.
Foto: Steven Gnam
Foto: Steven Gnam, con la asistencia de Swan Valley Connections
Foto: Steven Gnam
Con este panorama, el adjetivo que menos casa con el glotón es vulnerable. Pero tramperos, cazadores y ganaderos acabaron con ellos en buena parte de Eurasia. En el Nuevo Mundo, las campañas gubernamentales de erradicación de depredadores dejaron a esta especie en una situación muy precaria; en los años treinta, había desaparecido de los 48 estados contiguos de Estados Unidos.
Pero los glotones son supervivientes tenaces que conservan bastiones en Alaska y partes del oeste de Canadá.
Pero los glotones son supervivientes tenaces que conservan bastiones en Alaska y partes del oeste de Canadá. Cuando en la década de 1960 se abandonó el envenenamiento de depredadores, ejemplares de las Rocosas canadienses empezaron a recolonizar las tierras altas de Montana y expandirse a zonas de Idaho y el norte de Wyoming. Más tarde, en los años noventa, los glotones canadienses empezaron a aventurarse en la parte más septentrional de la cordillera de las Cascadas, ya en Washington. Hoy hay grupos reproductores en los cuatro estados, aunque la población es exigua. Una estimación reciente la cifraba en unos 300 individuos al sur de Canadá.
Foto: Steven Gnam
Mientras tanto, a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y Canadá las poblaciones se enfrentan a múltiples amenazas. La mayoría son consecuencia de la expansión de la actividad humana hacia zonas deshabitadas, pero hay un factor decisivo: el calentamiento del clima. Gulo gulo es una especie adaptada a hábitats en los que la temperatura se mantiene fría todo el año y las nieves son perpetuas, y depende de ellos. Si el cambio climático sigue avanzando por la senda prevista, podría perder un tercio de su actual área de distribución subcanadiense antes de 2050 y dos tercios antes de que acabe el siglo.
Desde 1994, y pese a las peticiones y demandas judiciales que exigían la protección del glotón, el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos se ha resistido a declararlo amenazado. En 2016 un tribunal federal ordenó a la agencia replantearse su decisión. Y así está la situación ahora: en el limbo.
El Parque Nacional Glacier o cierto es que no hay ninguna reserva con una población lo bastante grande como para que sea autosostenible.
alberga las poblaciones de glotones más densas de los Estados Unidos contiguos. Pero precisamente porque cada animal defiende con uñas y dientes un territorio enorme, los 4.000 kilómetros cuadrados del parque no pueden dar cabida a más de 30 o 40 individuos. L
Para superar los retos medioambientales y evitar la endogamia a largo plazo, es imprescindible que los grupos estén conectados entre sí dentro de una región más amplia.
Mapa: NGM
En su día los biólogos pensaban que el mejor modo de proteger la fauna era habilitar parques y reservas. Hoy afirman que es igual de importante salvaguardar corredores naturales que vinculen las áreas protegidas, para que especies como el glotón puedan moverse por paisajes más vastos, intercambiar genes y adaptarse a unas condiciones cambiantes. Los glotones no son muy amigos de la teoría, pero saben por instinto que las cosas no han de hacerse a medias. Si vas, vas hasta el final.
*Douglas H. Chadwick, escritor y biólogo especialista en fauna salvaje, es autor de The Wolverine Way.
El fotógrafo Steven Gnam está especializado en explorar y captar nuestra conexión con la naturaleza.
Este artículo pertenece al número de Octubre de 2020 de la revista National Geographic.