El excepcional estado de conservación del registro fósil del yacimiento de Las Hoyas ha permitido reconstruir el paisaje de la serranía de Cuenca tal y como era hace entre 129 y 110 millones de años. Sin embargo, no todos los fósiles pueden identificarse con claridad. A menudo permanecen ocultos en el interior de la piedra, congelados en una página del tiempo que los paleontólogos, a golpe de martillo y cincel, tratan de desvelar. Es aquí donde tiene lugar una de las fases más delicadas de su trabajo: extraer ese material sin dañar la muestra.

El cocodrilo que aparece en las páginas 2-3 de este número, por ejemplo, se hizo visible al aplicar una técnica llamada transferencia a resina, utilizada para hacer aflorar el material que está en la matriz de piedra y que, por tanto, no podemos ver. Consiste en cubrir con resina la parte del fósil expuesta y aplicar una capa de ácido a la matriz de piedra por el otro lado, explica el paleobiólogo Jesús Marugán Lobón, director del proyecto de investigación de Las Hoyas. Cuando el ácido hace su efecto, los restos antes ocultos quedan al descubierto. «Es una técnica muy invasiva, por eso hay que seleccionar muy bien la muestra –añade–. Además, hay que asegurarse de usar concentraciones muy bajas porque el ácido sigue actuando tiempo después». Hoy existen otros métodos menos destructivos, como el TC, pero en este caso ayudó a desvelar los restos de un cocodrilo del Cretácico en todo su esplendor.

Este artículo pertenece al número de Febrero de 2023 de la revista National Geographic. 

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