Mientras los casos de COVID-19 se disparan entre los humanos, los de animales siguen siendo anecdóticos. En el momento en que este número entra en imprenta, las especies afectadas son pocas: leones, tigres, gatos, perros, visones. A las mascotas les contagiaron el virus sus dueños; a los grandes felinos, tal vez un cuidador asintomático; a los visones, quizá los empleados de las explotaciones u otros animales infectados.
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Este es un virus zoonótico –surgido en animales–, pero provoca una enfermedad fundamentalmente humana, dice el virólogo Diego Diel, del Centro de Diagnóstico de Salud Animal de la Universidad Cornell. Si el virus que los humanos estamos expandiendo constituyese una amenaza significativa para la salud animal, apunta, a estas alturas ya lo sabríamos.
Foto: Joel Sartore, NAtional Georaphic Photo Ark
Foto: Joel Sartore, National Geographic Photo Ark
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Más allá de esa conclusión se abre un mar de incertidumbres. No se ha demostrado que los animales domésticos puedan transmitir el virus a los humanos, pero tampoco se han hecho tests generalizados a las mascotas. «¿Tenemos que hacerle una prueba a todo gato o perro que presente síntomas respiratorios? –se pregunta la microbióloga Shelley Rankin, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania–. Hasta ahora solo hemos hecho tests cuando ha existido un vínculo directo con la salud humana».
El único modo de probar la susceptibilidad al virus –a contraerlo, transmitirlo o desarrollar la enfermedad– es llevar a cabo estudios experimentales in vivo.