En una serie de artículos publicados entre mediados de la década de 1960 y principios de la de 1970, National Geographic informaba de los hallazgos, las aventuras y la importancia de las misiones Apolo de la NASA a la Luna. Como escribía el director, Gilbert M. Grosvenor, en septiembre de 1973, la Luna era el «primer puerto de escala en el mayor viaje de descubrimiento del hombre». También señalaba que el programa Apolo hacía mucho más que proporcionarnos conocimiento sobre el espacio: despertaba la esperanza de que hallaríamos «una respuesta a la crisis energética, a la crisis medioambiental y a todos los grandes problemas de la humanidad». 

Medio siglo después estamos inmersos en una nueva era de exploración y descubrimiento espacial, al tiempo que nos enfrentamos a graves problemas en nuestro propio planeta. Y de nuevo volvemos a poner el foco en la Luna. En este número compartimos la primera entrega de nuestra actual colaboración con la NASA para documentar las misiones Artemis, una de las cuales pondrá a cuatro personas –entre ellas, la primera mujer y el primer hombre no blanco– sobre la superficie lunar por primera vez desde la era Apolo. 

La tecnología sigue reforzando nuestra capacidad de comprender el cosmos. Sin embargo, al igual que en la era Apolo, hay quien pone en tela de juicio que se invierta tiempo y dinero en este proyecto y no en los acuciantes problemas de la Tierra. Pero, como ya hiciera mi predecesor, aprecio toda contribución del ingenio humano a nuestro espíritu colectivo.

Personalmente, no tengo esperanzas de que un día encontremos un nuevo hogar planetario ahí fuera, pero espero que la exploración espacial sirva para concienciarnos de lo especial que es la Tierra y recordarnos que, cuando nos lo proponemos, podemos salir victoriosos contra todo pronóstico.

Este artículo pertenece al número de Octubre de 2023 de la revista National Geographic.

 

 

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