El refrán es tan conocido que la mayoría de la gente sabrá cómo acaba: Quienes no recuerdan el pasado… están condenados a repetirlo.
Conviene recordarlo este mes en el que celebramos el quincuagésimo aniversario del Día de la Tierra. Con tal motivo hemos creado el primer número de National Geographic que se lee en los dos sentidos –en esencia, dos revistas en una– para revisitar los hitos medioambientales de los últimos 50 años y atisbar el mundo que habitarán nuestros hijos en 2070, cuando el Día de la Tierra cumpla un siglo.
Se dibujan dos escenarios.
En la portada previa a esta página aparece una Tierra de exuberante verdor. Bienvenidos a la visión optimista de la autora Emma Marris, quien vislumbra un planeta alterado –no podemos remediar algunos de los daños que le hemos causado–, pero en el que las tecnologías nos permitirán «alimentar a una población más numerosa, abastecer de energía a todo el mundo, comenzar a revertir el cambio climático e impedir la mayoría de las extinciones. En las calles se palpa el deseo de la gente de que nos pongamos manos a la obra […] Igual que en 1970, el cambio cultural se percibe de nuevo en el ambiente. Estoy convencida de que construiremos un buen 2070».
A continuación, dé la vuelta a la revista, y encontrará la portada que refleja una Tierra más parda. Elizabeth Kolbert vislumbra lo que será la norma: las inundaciones mareales, cuando una simple pleamar inunde las calles de las ciudades llanas del litoral estadounidense y la mayoría de los atolones sean inhabitables. Es un mundo de sequías más prolongadas, olas de calor más letales, tormentas más violentas… «Podría alargar la lista de impactos peligrosos del cambio climático –escribe Kolbert–, pero me arriesgaría a que usted deje de leer». Sin embargo, no ve indicios de que vayamos a poner freno a esos peligros con la rapidez necesaria.
Imposible predecir quién acertará. Los artículos de este número reflejan realidades divergentes. Cuando leo que los jóvenes se ponen al timón del movimiento medioambiental, respiro aliviada. Pero luego veo las fotos de Pete Muller de un paisaje desfigurado que ya nunca podremos restaurar. Lo que sí sé es que nuestra labor es aportar una descripción fehaciente de lo que ocurre, un documento gráfico de lo que se ha alterado para siempre y de lo que aún estamos a tiempo de salvar, e información que nos empodere a todos para cambiar las cosas.
Gracias por leer National Geographic.
Este artículo pertenece al número de Abril de 2020 de la revista National Geographic.