Densas nieblas cubren muy a menudo el paisaje lucense de la Serra do Xistral, parte de la Red Natura 2000 de Galicia. Este territorio, bendecido con abundantes precipitaciones, está alfombrado de turberas, zonas húmedas que actúan como importantes sumideros de CO2 donde se acumula materia orgánica –la turba–, y de arbustivos brezales húmedos atlánticos, conformando unos hábitats muy característicos de Galicia que la Unión Europea ha clasificado como prioritarios.
Desde tiempos inmemoriales los brezales han estado destinados al pastoreo. «Se trata de un sistema ecológico ancestral en el que los caballos salvajes, que cuentan en Galicia con la población más numerosa de Europa, sustentan estos hábitats prioritarios: los brezales húmedos y dos tipos de turberas (las de cobertor y las altas activas). Una interacción de la que siempre han formado parte los seres humanos y sus actividades tradicionales, y otra especie emblemática de estas tierras: el lobo», explica Laura Lagos, ingeniera de montes de la Universidad de Coruña e investigadora en el proyecto europeo LIFE in Common Land (LICL), coordinado por la Diputación de Lugo y en el que participan las universidades de Coruña y de Santiago de Compostela. El objetivo del LICL, que echó a andar en 2017 y finaliza este 2022, es mejorar el estado de estos hábitats prioritarios en la Serra do Xistral, amenazados por el abandono de las actividades tradicionales y el cambio climático, y favorecer la vida en común en este territorio mediante el establecimiento de alianzas con las Comunidades de Montes.
Foto: Andoni Canela
Forman manadas de entre seis y 31 individuos y son fieles a sus áreas de campeo. Cada manada ocupa una superficie media de unas 250 hectáreas.
Hasta 2.000 caballos viven en libertad por estos lares, manteniendo el brezal abierto y reduciendo la proliferación del espinoso tojo, lo que favorece que las vacas puedan pastar en estos hábitats.
Una vez al año, en verano, los caballos protagonizan por toda Galicia una de las fiestas más primigenias de esta tierra: la Rapa das Bestas, durante la cual se conduce a los animales a unos cercados donde se les corta la crin, se desparasitan, se marcan los juveniles y se separan algunos potros de la manada. «Antiguamente las crines se usaban para hacer colchones, y se retiraban algunos caballos jóvenes para domarlos y utilizarlos para el transporte, la carga o el trabajo. Hoy ya no se hace ni una cosa ni la otra», apunta Lagos. Ahora solo se aprovechan algunos potros, que serán sacrificados para el consumo de su carne. Aunque esta no está demasiado valorada entre los humanos, sí resulta un manjar para el depredador por antonomasia de este territorio, el lobo. «Cada año, los lobos abaten en Xistral hasta el 80 % de los potros más jóvenes, además de aprovechar los cadáveres de los caballos adultos que mueren por causas naturales. En esta zona los lobos prefieren los caballos al ganado vacuno, lo que conlleva que los ganaderos vean al cánido con mejores ojos. No es el caso de los propietarios de los caballos, que sufren importantes pérdidas que no ven recompensadas por parte de la Administración y para los cuales desde el LICL se piden pagos compensatorios», añade Lagos.
Únicamente apoyando a la población local se podrá revertir la actual situación de este sistema ecológico ancestral que hace de la Serra do Xistral un lugar único. Solo las comunidades locales podrán preservar este rico ecosistema de gran interés comunitario, hoy en claro riesgo, esencial para consolidar en el territorio un futuro sostenible a largo plazo.
Este artículo pertenece al número de Julio de 2022 de la revista National Geographic.