Desde el confinamiento

Mientras el coronavirus asola Italia, un fotógrafo cultiva en Milán el retrato a distancia.

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El italiano Gabriele Galimberti colocó dos focos en la parte exterior de la ventana de una vivienda. Se retiró para mantener la distancia y que sus ocupantes pudiesen cogerlos con seguridad. Elevando la voz para que lo oyesen desde dentro, les indicó cómo debían orientar las luces y colocarse ellos mismos. Acto seguido hizo las fotos. Este es el género del retrato de cuarentena.

«Es el momento más extraño que he vivido en 42 años», declara Galimberti, quien ha recorrido el mundo con su fotografía documental y que se encontraba en Milán a finales de febrero cuando entró en vigor el confinamiento. Junto con la periodista Gea Scancarello, dedicó las siguientes semanas a documentar cómo el coronavirus estaba cambiando el ritmo de la vida en la ciudad.

Con la esperanza de poder retratar a algunos milaneses, empezaron a llamar a sus amistades. «Inmediatamente percibí un dejo de miedo en sus voces –recuerda Galimberti–. Miedo ante la idea de salir de casa y, en un par de casos, auténtico miedo ante la idea de encontrarse conmigo».

En tiempos de coronavirus, un fotógrafo llega todo lo lejos que haga falta para realizar sus retratos.

Apenas la semana anterior había celebrado el cumpleaños de Scancarello en un restaurante abarrotado de gente. Ahora, de repente, las calles estaban desiertas, los bares estaban cerrados, y el más mínimo contacto humano podía desencadenar un ataque de ansiedad. Un día, en una tienda de alimentación, Scancarello vio cómo un hombre rozaba inadvertidamente a otro, quien le gritó: «¡No me toque! ¡Y encima viene sin la mascarilla! ¡Lárguese!».

A medida que aumentaba la cifra de fallecidos por la COVID-19 y se colapsaban los hospitales, los habitantes de Milán se parapetaron en sus hogares. «La ciudad parece una zona de guerra», dice Galimberti. Él y la periodista perseveraron, persuadiendo a las personas a quienes querían retratar de su concienzuda metodología y su estricto distanciamiento. El objetivo, explica el fotógrafo, es mostrar a los habitantes de todo el planeta cómo el virus se cebó con Italia para que otros puedan «actuar preventivamente» y ayuden a frenar su expansión.

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Foto: Gabriele Galimberti

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Bajo la cuarentena, la zona de vida nocturna en la que vive Rebecca Casale en Milán se ha quedado desierta. «Llevo mal la soledad –admite–. El silencio y los espacios vacíos le dan a todo un aire surrealista».

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Foto: Gabriele Galimberti

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Greta Tanini y Cristoforo Lippi normalmente no viven juntos, pero de pronto se vieron conviviendo en una ciudad cerrada a cal y canto. «Preferimos estar aislados a correr riesgos y poner en peligro la vida de otros», dice Tanini.

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Foto: Gabriele Galimberti

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Luca Volta sostiene en brazos a su hijo Giovanni, de 4 años, y Michela Croci, a su hija Agata, de 6, en el cuarto de los pequeños; los padres tratan de mantenerse distraídos y ocupados con diferentes juegos.

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Foto: Gabriele Galimberti

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Sadiq Marco Oladipupo, un rapero conocido por el nombre artístico de Roy, explica que está aprovechando el confinamiento en su piso para «intentar ser creativo y trabajar en nuevas canciones».

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Foto: Gabriele Galimberti

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Daniele Veronesi, pintor y escenógrafo, y Anna Mostosi, que trabaja en el mundo de la moda, disfrutan del tiempo libre en casa que les ha proporcionado la nueva situación, aunque están enormemente preocupados por la emergencia sanitaria generada por la pandemia.

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Foto: Gabriele Galimberti

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Paolo y Elizabeth Lombardi, que se autodefinen como hipocondríacos, se confinaron antes de que fuese obligatorio.

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Foto: Gabriele Galimberti

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Gabriele Galimberti se encarama a una escalera de dos metros para fotografiar a sus protagonistas desde la distancia de seguridad recomendada.

Este artículo pertenece al número de Junio de 2020 de la revista National Geographic.