LOS EFECTOS DEL CLIMA EN EL PLANETA

En nuestro esfuerzo de décadas por impedir el cambio climático, más de una vez creímos haber alcanzado un punto de inflexión. En 1992 los países del mundo firmaron en Río de Janeiro un cacareado tratado en el que prometían tomar medidas; en 2015, tras unas reñidas negociaciones, se comprometieron en París a adoptar planes nacionales que limitasen la emisión de gases de efecto invernadero. Sin embargo, las emisiones mundiales de carbono por la quema de combustibles fósiles siguieron aumentando hasta 2020, cuando llegaron a caer hasta un 7 % como consecuencia de los confinamientos impuestos por la COVID-19.

Pero en 2021 las emisiones retomaron la senda alcista, y el diálogo público sobre el cambio climático empezó también a animarse ¿Fue 2021 el año en que por fin cambió el sentir público acerca del cambio climático? La periodista de National Geographic Alejandra Borunda y yo hablamos con dos observadoras expertas, Katharine Hayhoe, climatóloga de la Universidad Tecnológica de Texas y directora científica de Nature Conservancy, y la escritora superventas Katharine Wilkinson.

«Solo hacen falta más manos»: Los efectos del cambio climático son «pavorosos», pero dos expertas ven con esperanza la acción colectiva.

KUNZIG: Alejandra, este año la meteorología no dejó de darnos disgustos, a cuál más inesperado.

BORUNDA: Es la continuación de una tendencia hacia unos extremos cada vez más frecuentes. En California vimos con claridad desde el principio [de 2021] que íbamos a tener un año muy seco y seguramente muy caluroso. Veíamos que se secaban los arroyos, se morían los alevines de salmón, se agotaban los pozos particulares. Cuando empezó a hacer calor, en la costa occidental de Canadá y del norte de Estados Unidos vimos unas olas de calor que jamás en la vida se habían dado. Y luego, como era de esperar, empezaron los incendios, otra cosa a la que, por desgracia, ya estamos acostumbrados.

Y todo eso sin salir del Oeste americano. Porque están pasando cosas en todo el planeta: inundaciones devastadoras en Europa y China con cientos de muertos y, con el huracán Ida, desde el golfo de México hasta el nordeste de Estados Unidos. Los periodistas climáticos nos pasamos la vida informando sobre catástrofes.

HAYHOE: Los científicos empezamos a ser capaces de cuantificar en qué medida cierto evento meteorológico se vio agravado por el cambio climático. Y los números son pavorosos. En las mortíferas inundaciones de Alemania, el estudio de atribución demostró que la probabilidad de que se produjesen era hasta nueve veces superior como consecuencia del cambio climático. Y si hablamos de los incendios forestales o de las olas de calor del oeste de Canadá y Estados Unidos, se determinó que eran 150 veces más probables. En mi opinión, no deberíamos estar hablando de calentamiento global, sino de desquiciamiento global. Todo se está desquiciando por momentos.

KUNZIG: Katharine Wilkinson, tú has hablado en alguna ocasión de un «gran despertar» de la opinión pública. ¿Ya está en marcha?

WILKINSON: Existe un paralelismo entre la intensidad creciente de los fenómenos meteorológicos extremos y el interés que estamos detectando en la ciudadanía. Mi percepción es que cada vez son más las personas que se preguntan qué puedo hacer yo, cómo puedo ayudar. Buena parte de mi trabajo consiste hoy en ayudar a la gente a participar en esta gran transformación.

KUNZIG: En esta línea has escrito una frase que me impresionó mucho: «Es maravilloso estar vivos en un momento tan transcendental». A menudo me pregunto si los periodistas logramos transmitir ese entusiasmo. Katharine Hayhoe, ¿esto es algo que te preocupe?

HAYHOE: Me preocupa tanto que he escrito un libro sobre eso: Saving Us. En lo que se refiere al cambio climático, estamos saturados de noticias apocalípticas que tienen muy poco que ver con nuestra vida cotidiana, y por eso nos distanciamos. Pensamos: «Ya, pero qué voy a hacer yo para salvar a los osos polares». Lo que necesitamos son informaciones sobre cómo nos está afectando en aspectos con los que nos identificamos de inmediato, y a partir de ahí, noticias sobre las asombrosas soluciones que hay sobre la mesa.

Ver gráfico "Un año de récords"

Pero no depende solo de los medios de comunicación. Depende de todos nosotros. Debemos activar a todos y cada uno de los ciudadanos.

KUNZIG: ¿Qué os ha inspirado últimamente?

BORUNDA: En mi caso, escribir un artículo sobre la sombra en Los Ángeles. Hay comunidades con muchísimos árboles y comunidades con muy pocos. Tuve ocasión de hablar con personas que están tratando de solucionar ese problema, jóvenes que plantan árboles en sus comunidades y que te dicen: Estoy actuando aquí, en un lugar que me importa, en beneficio de las personas que quiero.

HAYHOE: El año pasado, en plena pandemia, se celebró una feria virtual de ciencia. Un equipo de sexto de primaria de Lubbock, en Texas, donde vivo, ganó un concurso nacional con un proyecto que exploraba cómo devolver carbono al suelo. Desarrollaron un programa de divulgación para hablar con los granjeros de la zona sobre siembra directa y agricultura regenerativa. Si unos niños de primaria consiguieron marcar la diferencia, lograron concienciar de que los agricultores pueden ser héroes a la hora de solucionar el cambio climático, si ellos pueden, ¿por qué los demás no?

Y a continuación me fijo en la escala macro, en el dato que nos dice que el 90 % de las infraestructuras energéticas instaladas en el planeta en 2020 durante la COVID correspondían a energías limpias. Y entonces te das cuenta de que la acción climática no es una roca enorme que nos espera al pie de una montaña de pendiente imposible. Porque esa roca ya está en la cumbre. Ya hay millones de manos sobre ella, empujándola para que caiga colina abajo en la buena dirección. Solo hacen falta más manos.

Entrevista editada en pro de la brevedad y la claridad. Lea más de esta conversación en natgeo.Com.

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Este artículo pertenece al número de Enero de 2022 de la revista National Geographic.