«Si unimos la ciencia, la tecnología y el conocimiento tradicional, podremos dar lo mejor de nosotros para proteger a nuestros pueblos, a nuestro planeta. Para restaurar los ecosistemas que estamos perdiendo».
El pasado 22 de octubre tuvo lugar un importante evento virtual liderado por el prestigioso biólogo Edward O. Wilson. Bajo el nombre de Half-Earth Day, congregó a expertos de todo el mundo para conversar sobre cómo proteger la mitad de los ecosistemas marinos y terrestres del planeta con objeto de mantener a salvo el 80 % de la biodiversidad que albergan y que tan brutalmente estamos esquilmando. Según la ONU, un millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción y 31 se declararon extinguidas solo durante el año pasado. Conservar la biodiversidad, dice Wilson, es fundamental para la continuidad de la existencia humana. La organización destacó la participación de tres personas muy influyentes: el científico y divulgador británico sir David Attenborough; la presidenta de la UICN, Razan Al Mubarak, al frente de la Agencia de Medio Ambiente de Abu Dhabi, y Hindou Oumarou Ibrahim, protagonista de nuestra historia.
Activista tenaz, positiva y gran comunicadora, Ibrahim es desde hace tiempo un referente en muchas cumbres internacionales, donde representa los derechos de los pueblos indígenas, haciendo especial hincapié en la situación de las mujeres en esas sociedades patriarcales y dando voz a todas esas comunidades atenazadas por el cambio climático. Unas comunidades que, gracias a sus conocimientos tradicionales, recalca, tienen en sus manos la custodia de ese 80 % de las especies del mundo que Wilson insta a amparar en áreas protegidas.
Foto: ©Rolex / Ami Vitale
El cambio climático y el crecimiento poblacional han agravado las tensiones entre los pastores nómadas mbororo y los agricultores sedentarios. La situación se ha deteriorado aún más a causa de la COVID-19 y de las recientes inundaciones.
Ella sabe muy bien de lo que habla. Oriunda de Chad, pertenece al pueblo de pastores mbororo. De costumbres nómadas, es uno de los muchos pueblos indígenas trashumantes del África occidental que conforman la etnia fulani y que desde hace siglos se desplazan por el territorio al ritmo de las estaciones en busca de los recursos que ellos y su ganado (una raza de bovinos denominada Sanga) necesitan para sobrevivir. A lo largo de un año, cuenta Ibrahim, los mbororo llegan a viajar hasta 1.000 kilómetros en busca de agua y pastos. «Para nosotros, la naturaleza es el supermercado donde conseguimos alimento y agua. Es la farmacia donde recolectamos nuestras plantas medicinales y es nuestra escuela; observando la naturaleza, aprendemos a protegerla cada vez mejor y a obtener de ella todo lo que necesitamos», explica. Pero el cambio climático ha puesto en jaque su forma de vida. La de los mbororo y la de tantísimos millones de personas que, en todo el mundo, dependen directamente de la productividad de la tierra para sobrevivir. En el caso de los mbororo, el principal problema es la colosal reducción que ha sufrido el lago Chad, históricamente una de las cinco fuentes de agua dulce más importantes de África. «Cuando mi madre nació, el lago tenía una superficie de unos 25.000 kilómetros cuadrados. En 1984, año de mi nacimiento, quedaban solo 10.000. Hoy apenas perviven 1.200», dice. Una trágica realidad porque más de 40 millones de personas viven alrededor de ese lago y dependen de él: pastores, pescadores, granjeros… «Su subsistencia no depende de cobrar un sueldo a final de mes, sino de la lluvia, de los cultivos y del pasto para su ganado. La disminución de los recursos provoca que muchas comunidades luchen entre sí», advierte.
Para remediar esa situación cada vez más extrema, Ibrahim ha puesto en marcha un plan: aunar la sabiduría de los hombres y mujeres de los pueblos indígenas para cartografiar, mediante un proceso participativo, los recursos naturales de cada zona y así poder gestionar su conservación. El conocimiento tradicional de todos los pueblos indígenas, subraya esta geógrafa, es esencial para mejorar su resiliencia. La iniciativa ha recibido muchos reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio Rolex a la Iniciativa 2021, unos galardones que la firma relojera suiza otorga desde hace cuatro décadas a personas que, con sus iniciativas, ponen en marcha proyectos innovadores que mejoran la vida en el planeta, amplían el conocimiento humano, responden a grandes retos y preservan el patrimonio natural y cultural para las generaciones venideras. Un brillante listado de propósitos que definen de forma prístina los anhelos de esta emprendedora chadiana. Sin duda, la suya es una misión urgente, porque la estructura social de esos pueblos empieza a desmoronarse.
Foto ©Rolex / Ami Vitale
Ibrahim cree que la mejor forma de gestionar el conflicto es unir a la gente, por ello ha puesto en marcha un proyecto participativo para mejorar la vida de su comunidad.
«El cambio climático se lleva a nuestros hombres lejos de nosotras –dice–. Cuando ven que no pueden alimentar a sus familias, emigran a la gran ciudad, donde se quedarán varios meses si consiguen trabajo. Si no, partirán hacia Europa saltando el Mediterráneo, aun a sabiendas de que algunos morirán en el camino». No es que haya muchas opciones. Con los hombres lejos, las mujeres deben desempeñar todas las tareas para asegurar la supervivencia de toda la familia. «Esas mujeres, innovadoras y creadoras de soluciones, son mis heroínas», afirma. Recuperar su sabiduría es esencial para sobrevivir en estos tiempos de emergencia climática.
Un día Ibrahim invitó a un científico a visitar su comunidad. «Vino y se sentó con nosotros, y cuando vio que de repente empezábamos a empacar nuestras cosas, nos preguntó: "¿os mudáis?". Y le dije, no, es que va a llover. "No hay nubes", respondió, "¿cómo lo sabéis?". Entonces empezó a llover intensamente y se levantó a toda prisa para resguardarse bajo los árboles y proteger sus cosas. "¿Cómo lo habéis sabido?", insistió. Bueno, le dije, la anciana ha observado a los insectos trasladando sus huevos dentro de la casa para proteger a sus descendientes. Para nosotros esa es la señal de que va a llover como muy tarde en un plazo de dos horas. Sorprendido, reflexionó acerca de la necesidad de combinar los distintos conocimientos existentes». Eso es precisamente lo que hace Ibrahim. «Creo que si juntamos todos los sistemas de conocimiento que tenemos, ciencia, tecnología, conocimiento tradicional, podremos dar lo mejor de nosotros mismos para proteger a nuestros pueblos y restaurar los ecosistemas que estamos perdiendo». En los mapas y maquetas tridimensionales que resultan de ese cartografiado participativo se reflejan todos los recursos naturales de la zona: puntos de agua, árboles frutales, corredores biológicos… «En nuestras comunidades, mientras los hombres hablan, las mujeres permanecen sentadas en la parte de atrás yno participan en la toma de decisiones. Pero ahora, gracias a esta herramienta participativa, ellas tienen voz. Una vez los hombres aportan sus conocimientos, acuden las mujeres para señalar lo que está mal y añadir nuevos puntos: aquí es donde recolecto esa medicina, aquí, la comida. Entonces modificamos la información sobre el mapa y llamamos de nuevo a los hombres, que, meneando la cabeza, dicen, "sí, tienen razón"». Las mujeres son esenciales en este proceso, porque permanecen cerca de la naturaleza y de sus casas, y utilizan el terreno y su poder de observación para resolver problemas. «No hay mejor aplicación para predecir el tiempo que mi abuela Mamadda», suele decir Ibrahim. Observando el viento, los insectos, el tamaño de los frutos o el comportamiento del ganado, es capaz de hacer pronósticos meteorológicos precisos y a largo plazo.
Foto: Michele Cattani / AFP /Getty Images
Ibrahim cree que para superar la actual emergencia climática hay que combinar la sabiduría tradicional de los pueblos indígenas con el conocimiento científico y tecnológico. El cambio climático es cosa de todos, insiste, pues ya afecta a los países desarrollados. «Ya hemos visto huracanes, inundaciones y grandes fuegos. Debemos poner a la gente en el centro de la cuestión y hacer que quienes toman decisiones escuchen lo que nosotros y los científicos sabemos. Tenemos solo diez años para que los escenarios más pesimistas no se hagan realidad. Necesitamos actuar juntos, ahora». La tarea es ardua, pero como dice E. O. Wilson, hay que persistir: el mundo necesita todo lo que podamos aportar.
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La geógrafa chadiana Hindou Oumarou Ibrahim ha sido Laureada de los Premios Rolex a la Iniciativa en 2021. Este artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra. Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards.
Este artículo pertenece al número de Enero de 2022 de la revista National Geographic.