los microplásticos son un gran problema de contaminación ambiental que ya se ha infiltrado en toda la cadena trófica e incluso en el agua potable, tanto la del grifo como la embotellada. En los océanos se han encontrado en los organismos de muchas especies, como ballenas, focas, peces, crustáceos e incluso en el plancton. No es algo nuevo. Hace años que este fenómeno se viene estudiando, lo que permite evaluar la evolución de ese acúmulo plástico en el organismo de los seres vivos. Eso es precisamente lo que han hecho unas científicas del grupo de investigación SEAaq (Salud de Ecosistemas y Animales Acuáticos), de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en un estudio financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Generalitat de Cataluña.
«En 2017 y 2018 estudiamos el contenido de microplásticos en gambas rojas en tres zonas pesqueras de las costas de Girona, Barcelona y Tarragona que ya fueron muestreadas en 2007, lo que nos ha permitido observar si había algún cambio temporal en la abundancia de plásticos en esta y otras especies», explica una de las investigadoras, Ester Carreras. De los 201 ejemplares analizados, el 82 % contenía al menos una fibra de plástico (una fibra suele medir entre 1 y 5 milímetros), lo que arroja unos resultados similares a los obtenidos en 2007, aunque, a diferencia de entonces, ahora son más numerosas las de poliéster que las de polímeros acrílicos. La buena noticia es que las investigadoras no han detectado ningún problema de salud en estos animales.
«La mayor parte de los microplásticos se acumulan en el estómago, situado en el interior de lo que denominamos la cabeza de la gamba, en forma de ovillo, y en menor grado (solo un 10%) en el intestino. El resto acaba siendo eliminado a través del ano», añade Carreras. Esa nula afectación se debe seguramente a que las gambas mudan su exoesqueleto, o cutícula, cada pocos meses. Como el estómago de las gambas está cubierto de cutícula, cada vez que mudan, desechan el estómago viejo y, con él, esos malditos microplásticos. Así que en lo referente a este contaminante, el consumo de gambas no debe preocuparnos: la cantidad de microplásticos que contienen en la parte comestible es mínima.
Próximamente estas investigadoras estudiarán si también pueden darnos buenas noticias sobre especies tan comerciales como el salmonete o el boquerón.
Este artículo pertenece al número de Diciembre de 2020 de la revista National Geographic