Enormes y majestuosas, las ballenas son una valiosa herramienta para mitigar los efectos del cambio climático, afirma un equipo de economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI). El equipo, liderado por Ralph Chami, ha cuantificado los beneficios medioambientales que aportan estos cetáceos basándose en resultados científicos publicados en los últimos años. ¿Su conclusión? Que incrementando la población de ballenas, en especial las de gran tamaño, como la azul, la yubarta (o jorobada) y el rorcual aliblanco, se lograría secuestrar una enorme cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera. Si sus poblaciones recuperasen el tamaño que tenían antes de su caza comercial, especialmente cruenta en el siglo XX (hoy apenas quedan 1,3 millones de ejemplares, un 20 % de todas las que había), se estima que podrían llegar a secuestrar 1.700 millones de toneladas de carbono anuales. Una ballena absorbe CO2 de varias maneras, explican desde el FMI. Por una parte lo acumula en su cuerpo y luego, al morir, va a parar al fondo del mar (alrededor de 33 toneladas, mucho más que un árbol, que absorbe unos 22 kilos al año), donde se almacena durante cientos de años. Pero aún hay más: sus gigantescas deposiciones, cargadas de nitrógeno, fósforo y hierro, también colaboran en la labor estimulando el crecimiento del fitoplancton, algas marinas que extraen carbono de la atmósfera a través de la fotosíntesis.
En total, Chami y sus colegas estiman que cada ballena aporta un valor económico de alrededor de 1,8 millones de euros durante su vida útil, si sumamos su valor ecológico al que generan a través de actividades como el avistamiento de ballenas o el mantenimiento de la cadena trófica de la que se aprovecha la industria pesquera. Es decir, que todas ellas en conjunto aportan en torno a un billón de euros. «Son un bien público internacional», concluye Chami.
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BIEN COMÚN DE LA HUMANIDAD
Presentes en todos los océanos, las ballenas generan beneficios climáticos en todo el mundo, dice el informe del FMI. Es necesario demostrar con cifras cuál es su valor monetario para hacer comprender a todos los agentes implicados que el beneficio de protegerlas es muy superior al coste de conservarlas. Son auténticos bienes públicos de elevado valor económico.
Mapa: David Martínez
Este artículo pertenece al número de Junio de 2020 de la revista National Geographic.