El biólogo Ian Jones lleva 36 años estudiando el mérgulo empenachado (Aethia cristatella). Esta pequeña ave marina forma bandadas en las aguas oceánicas entre Siberia y Alaska, anida en colonias sobre las costas rocosas de islas remotas y cada primavera realiza exhibiciones de cortejo rayanas en atropelladas bacanales natatorias. Jones, profesor de la Universidad Memorial de Terranova, ha observado la época de cría de estas aves, de ocho semanas de duración, y tomado nota de las escenas, los sonidos, los olores y los movimientos. Lo que ha descubierto, resume, «es una especie de convención de amor libre al estilo hippy sesentero».
Cuando llega la primavera, los machos en edad reproductora eligen un escenario para el cortejo, y comienza el alarde. Hinchan el plumaje, se pavonean y presumen de su cresta curvada hacia delante (cuyo tamaño sí importa a las hembras, han demostrado los científicos). También emiten trompeteos, ululatos y gañidos.
Mapa: NGM Maps
Si a una hembra le gusta el espectáculo de un macho en concreto, se le acerca. Y si el interés es mutuo, ambos posan y vocalizan, y se acarician mutuamente con el pico. Ese gesto distribuye una sustancia con olor a mandarina que desprende una glándula situada bajo las plumas de la nuca. Es posible que ese aroma sea un excitante para estas aves «extremadamente gregarias», dice Jones.
El cortejo suele culminar con el entrelazamiento de los cuellos y el apareamiento. Pero jamás en tierra firme, aclara Jones: «Lo hacen varias veces en una hora. Siempre en el mar». Pero no siempre gozan de intimidad: a veces una aglomeración de congéneres intenta frustrar el acto, hasta que el macho los repele a todos a picotazos.
En una temporada la pareja produce un huevo, comparte la crianza del pollo durante los primeros meses y suele permanecer unida. Al año siguiente pueden reencontrarse y volver a empezar.
Este artículo pertenece al número de Noviembre de 2022 de la revista National Geographic.